La plaza de toros de Valdemorillo celebra su vigésimo aniversario. Es un coso madrugador y agradable. Madrugador porque organiza uno de los primeros festejos taurinos del año; agradable porque es cómodo y protegido de las bajas temperaturas de la sierra de Madrid. ¡Quién diría que uno puede pasar calor en el mes de febrero! Los toros de Montalvo, pertenecientes a distintas camadas, eran desiguales: el peso varió entre 465 y 515, y la edad iba de cinco años y medio a cuatro años recién cumplidos. Los diestros anunciados no lo tenían fácil, pero a su favor tenían algo muy preciado: los toros embestían al primer toque. La fijeza de los astados ha sido una cualidad sobresaliente. Los tercios de varas no quedan reseñados: sólo dos toros han sido puestos en suerte, los demás fueron pillados a la picaresca.
Miguel Ángel Perera tuvo que vérselas con Tanteador (1º) y Trabuquero (4º). Ambos salieron desorejados: tres orejas en total. La faena administrada a Tanteador, falto de fuerzas, pero con buena intención de tomar el engaño, agradó al público. Perera se adornó con pases afarolados y circulares invertidos, los pocos intentos de bajar la muleta pudieron con el equilibrio del torete, que enseguida doblaba las manos. Lo mejor llegó con el tercio de banderillas de su segundo, Trabuquero (4º). Un tercio para la historia: inolvidable. Curro Javier en brega fue capaz de embarcar al bicho con tres capotazos de temple y arte inenarrables. Con sólo tres capotazos para tres pares de banderillas puestas por Javier Ambel y Vicente Herrera con gran precisión. Los de plata mostraron que son de oro. La faena del cuarto, merecedora de las dos orejas, fue una obra de madurez de Miguel Ángel Perera. El diestro estuvo dispuesto a medirse con el astado, mantener su terrero y mandar. Demostró su saber y valor con largas series de pases al toro que se ceñía y arremetía sin cesar. Este ejemplar fue premiado con una vuelta al ruedo un poco exagerada.
Cayetano Rivera se las tuvo que ver con Batallador (2º) y Sigiloso (5º), este último llevaba las arrobas correspondientes a sus cinco años. Batallador no lució por forzudo, sino por insistente. Se peleó sin cesar en el tercio de varas. Mantuvo su acometividad durante toda la faena, construida por Cayetano Rivera a base de elegancia y medida. La estocada cayó en el “rincón” de Ordoñez, como diría Díaz Cañabate, un poquito baja y un poquito atravesada, pero de efecto fulminante. Su segundo, Sigiloso, se dio una voltereta, quedó postrado en la arena, e hizo otras señales de no llegar a la muleta con fuerza. Sin embargo, Cayetano lo llevaba prendido de la franela, remataba series con desplantes metido entre los pitones al son de “Suspiros de España”. Cualquier otro cosecharía el fervor popular, pero la gracia de la desgracia de Cayetano está en su temple: hacer de lo peligroso lo grácil, bello, sublime. Una ovación.
Ginés Marín se encontró con Limpiador (3º) de 4 años recién cumplidos. La cuadrilla estuvo desacertada. Las banderillas que se le colocaron fueron de recurso. Tampoco Ginés se esmeró durante la faena. No hubo muchos pases limpios: el toro se tropezaba con la muleta o la enganchaba. Tardó bastante en ponerlo en suerte para colocar una media estocada. Silencio. Más genio tenía su segundo, Palomo (6º). Un genio sin malicia, por suerte, pero fue un toro poderoso que supo ganarle el terreno al diestro y marcar el ritmo de la faena. Ginés estuvo muy movido y desacertado desde el arranque rodillas en tierra. La fiera sólo veía el engaño y la perseguía con insistencia. Algunos pases naturales tuvieron buen trazo, pero no llegaron a ser una faena. Lo aniquiló al cuarto intento.