La lluvia, el viento y el frío protagonizaron la corrida matinal de Olivenza. Sólo gracias al aguante de Alicia Márquez ha sido posible esta crónica. Dirán que la lona puesta con previsión salvó el festejo, sin duda; pero sin el el timós de los diestros, que se decidieron a enfrentarse a las reses en tan poco agradables condiciones, el festejo no se hubiera dado. Las reses no dieron buen juego, los de Victorino Martín salieron sin fuerza.
Diego Ventura se enfrentó con dos de María Guiomar Cortés de Moura. Homenajeado por su 25 aniversario de alternativa y con el peroné roto, salió al albero para demostrar que un centauro no es un ser mítico. Es real. La cuadra domada esmeradamente de los pies hasta las orejas. El rejoneador tiene medidos a los astados nada más pisar el albero. Rumbito (1º), con un rejón de castigo, se refugió en las tablas, Diego lo llevó a la altura de estribo dando dos vueltas al ruedo. Con los cites de lejanía, piafando y otra vez rampante, y un par a quiebro al toro aplomado tenía ganado al público. El toro recorrió toda la plaza para cobrar los palos cortos al violín y una rosa de remate. El rejón de muerte no dobló al morlaco, Ventura descabelló sin pisar el albero. Una oreja. Otro trofeo llegó con su segundo, ejemplar con tantas carnes como sosería, que al final pesó más. Abanto, se desentendió de la cabalgadura, pero Diego Ventura le puso el doble castigo. Nazarí lo llevó encelado por todo el ruedo. Se adornó con las piruetas y se arriesgó mucho. El último tercio, las cuatro banderillas cortas puestas una por una, seguidas, y dos rosas. El toro acusó el rejón enseguida. Una oreja.
Antonio Ferrera comenzó pisando fuerte: los sedosos lances del capote azul, resultaron destroncadores para Porteño (2º). Éste cayó camino a los medios. El tercio de varas con un picador dejó lucir a la res: recorrió toda la plaza para tomar la vara. Bien sacado por Ferrera del caballo, sin intervención del peonaje, recibió la segunda vara de la cual salió perdiendo las manos. La caída en el quite de Valadez alertó a toda la plaza. El tercio de banderillas fue aplaudido. Durante la faena, el matador trató al bicho con gran esmero, pero éste se resbalaba o metía los cueros en la arena. Entre mantenerlo en pie y hacer la faena, el diestro se sobrepone y hace pases bellos, intercalando tiempos para el descanso del animal. Se destacó una serie de ayudados y de derechazos, pero el toro ya iba buscando los tobillos. De la estocada el toro salió rodando sin puntilla. Una oreja. Su segundo Portero (5º) fue sustituido por flojo de remos. El sobrero de Fermín Bohórquez salió más flojo todavía (5ºbis). Aunque el picador se limitó a arañarle, el astado se cayó al primer lance. Don pares de banderillas y el toro estaba en el suelo rendido. El diestro intentó sacarlo a los medios, dándole tiempo de todas maneras posibles. Pero no pudo ser. La estocada fulminante. Silbidos al arrastre. Ovación a Antonio Ferrera.
Leo Valadez se enfrentó con “victorinos” y demostró su valía. Patarato (3º) desde los primeros lances se paró a mirarle al torero de reojo. Hizo el quite medido por chicuelinas y una larga de broche. Leo pone los arpones, de poder a poder, con presteza y prestancia. Muy celebrado el tercero, arrancando del estribo, al violín. Administró el tiempo y la distancia, sacó lo que pudo del morlaco, flojillo de remos. Aguantó los parones y esquivó las coladas, le hizo unas series por ambos pitones. Cuando al toro ya no le quedaba más que la malicia, Valadez se fue a por la espada. Desgraciadamente, pinchó varias veces y, además, acusó el daño en la muñeca. Una ovación. Mojarro (6º) de buena estampa, remató en tablas, siguió el capote con la cabeza alta. Luchó bien con el caballo y se dolió algo de los arpones. Las tandas iban medidas y con el estilo hasta que del toro no se quedó más que el sentido. El sentido para buscar al diestro. La estocada hasta las cinchas. Una oreja.