En una entrevista del año 2015, Daniel B. Gil, autor de varias novelas que toman como fondo el Japón antiguo, afirmaba que las épocas japonesas del período Sengoku (1467-1603) y comienzos del período Edo (1603-1868), eran un fondo de primer orden para una historia, por sus batallas épicas, los caballeros andantes, las revueltas sociales y religiosas, los amores imposibles... Afirmaba: “Es un escenario tan rico que resulta sorprendente que más autores occidentales no hayan decidido aprovecharlo antes.”
En el propio Japón, existe un subgénero del teatro, del cine y de los videojuegos llamado jidaigeki, que toma como fondo de los personajes épocas históricas antiguas. En España han surgido un curioso conjunto de autores que toman ese Japón antiguo como tapiz narrativo. Mencionaremos al propio Daniel B. Gil, Julio Baquero, José Vicente Alfaro, Sergio Vega, Francisco Narla, Fernando Molero, Carlos Bassas, Carlos Páez, Matías Soto Núñez, Matilde Asensi, Emilio Calderón o Pablo Tobías, entre otros autores. Hasta el que escribe estas líneas ha caído en esa tentación.
La hija del loto, de Paloma Orozco, es una de estas obras. Se trata de una extensa novela que sin embargo se lee con mucha facilidad, en gran parte por su estilo. Las frases son breves, los párrafos epigramáticos, las descripciones sugerentes. Esto hace que el lector cabalgue a un trote rápido, o incluso a galope, sobre las peripecias de las protagonistas y la enorme información que las acompaña. Estamos ante un libro de aventuras que, además de ese estilo veloz e impresionista, despliega una cantidad enorme de referencias a usos culturales nipones. La lista es interminable: vestidos, comidas, refranes, épocas, hechos históricos, costumbres, religiones, expresiones…
Y, por si fuera poco, a ese caudal informativo acerca de Japón se unen guiños a la actualidad y al feminismo. Las dos protagonistas son mujeres fuertes e independientes, y los hombres son a menudo acentos o cejas pintados en una cara. Es esta una virtud y a la vez un aspecto complicado de la obra: el afán por incluir todo en el relato le da un ligero carácter enciclopédico (que a veces podría abrumar a un lector no muy versado en el viejo Nipón) y cierto gusto ad hoc en ocasiones.
La novela tiene dos protagonistas, Ren y su sombra, Hiraku. Ren (antes Mitsuki y Tomoe) es una niña robada que se convertirá en el mejor samurái de Japón. Hiraku (antes Kurai) es la sombra de Ren, una niña de su misma edad, pero que debe vivir el reverso de su existencia. Lo que Ren disfruta, Hiraku lo debe penar, desde su condición de sombra. Las dos comparten amante y necesidad de redención. Sus vidas pasan por cuadras, salones palaciegos, escuelas ninja, campos de batalla, casas de placer, palacios imperiales, caminos desoladores y, a la postre, templos de monjes de las montañas.
La edición, muy cuidada en general, incluye glosario, lista de personajes y mapas. Se trata de una lectura amena, a ratos abrumadora, en general divulgativa sobre el Japón antiguo y que encaja en el paradigma sociocultural actual. Es inverosímil, claro, pero la lejanía espacio/temporal del viejo Japón guerrero arropa una fábula contemporánea. Un buen regalo para lectores jóvenes interesados en el mundo nipón desde esos parámetros actuales.