No soy experto en nada. Y mucho menos en literatura... Así que cuando, por esos azares que tienen a veces las redacciones, cayó en mis manos el último libro de Joaquín Campos (Málaga, 1974), me quedé como estaba. Tras hacer la protocolaria búsqueda digital, me enteré de que era un escritor malagueño que lleva 17 años dando vueltas por el mundo en busca de... ¿sus musas? Supe que lleva publicadas siete obras de narrativa y otras seis de poesía, desde 2014; que gusta (o gustó) de la vida disoluta durante más tiempo que 100 hombres en 100 centurias; que devora toda la filosofía que su mente es capaz de asimilar; que acaba de ganar una larga batalla judicial al Hilton (sí, el de Paris), en el que ha trabajado como cocinero; y que un aura de "poeta maldito" (según él, a su pesar) le persigue allá donde va: desde España a China, de Cabo Verde a Bali, última parada (hasta ahora) de su periplo vital.
Reconozco, como le confesaría más tarde, que mi lectura inicial, y a vuelapluma, de su nuevo diario Pedagogía (Sr. Scott Libros, 2023), no fue precisamente cómoda. Su prosa, procaz, visceral y lisérgica, me dejó mal cuerpo. Las letras son más difíciles de digerir entre "corridas", "descorches", "travelos" y "sida". Al principio, me negaba a leer e incluso llegué a plantearme cancelar esta entrevista. Sin embargo, al cabo de un rato comprendí que, más allá de los fuegos de artificio, el verdadero valor de lo que tenía entre las manos residía en su verdad, por muy incómoda que fuese. Esa, a la que muchos se aferran cuando señalan por la calle, real o virtual, pero de la que se olvidan por completo al cruzar el umbral de su puerta.
Por supuesto, Joaquín Campos es mucho más que sexo, drogas y rock and roll: es una mirada furtiva, pero cómplice; es azúcar con tres cucharadas de sal; es cultura en venas picadas; es una carta de amor desde el metro; es votar a Vox puesto de LSD; y es mierda, mucha mierda, en el Hilton... En su caso, la palabra 'honestidad' adquiere tintes heroicos, suicidas y casi condenatorios. Pero ¿quién soy yo para juzgar a nadie? Fijamos una hora y un día. Esto es lo que salió.
¿Cómo estás?
Bien.
¿Seguro? Porque después de leer el libro...
Estoy muy bien. Con los avatares que tenemos todos: trabajo, escritura o literatura; y con el orgullo de haber ganado a una multinacional (el Hilton), a la espera de poder cobrar algún día. Aunque eso me ha dejado secuelas: estoy más calvo, tengo menos dinero y tomo ansiolíticos.
¿Has encontrado ya trabajo en Bali?
No. He dejado los trabajos. Me dedico a la literatura en cuerpo y alma. Y tú dirás: '¡Coño, qué bien vives!'. He encontrado a una pareja que me deja vivir con ella hasta que decida que tengo que hacer. Suena extraño, pero, como comenté en El Imparcial, si queríamos igualdad ya era hora de que una mujer mantuviera a un hombre, aunque sea por un tiempo prudencial.
Al comenzar a leerte me sentí violentado y hasta asqueado, pero luego entendí que dices, con brutal honestidad, cosas por las que la gente pasa y calla...
No escribo para generar asco o dolor en el lector, pero no tengo otra manera de hacerlo. Me siento incapaz de cambiarme a estas alturas. Pero sí veo una vía de agua en lo que has dicho. La gente no dice lo que piensa o piensa demasiado lo que tiene que decir y todo acaba en un tamiz inmenso que no permite nunca detectar la verdad, aunque a veces haga daño.
Me ha recordado al autorregistro que utilizan los psicólogos con sus pacientes. ¿Cuánto hay de terapéutico en este libro y qué has aprendido, dado su título?
Pedagógicamente ha sido algo clave, sobre todo por el sufrimiento laboral que he padecido. Escribir diarios es un ejercicio buenísimo para mantenerte con vida cuando estás ocupado. La gente piensa que este género debe tener autocensura, pero es el único tipo de libro que no corrijo. Corregir diarios es como enfrentarte a una relación amorosa de hace dos años cuando ya no la tienes y recordar aquellos 'te quiero'.
"Si no escribiera lo que tengo en la cabeza no sería yo, estaría al dictado de algo o de alguien"
¿Cuál es el precio a pagar por esta honestidad casi suicida que desnuda tu alma?
Que no me reseñen, que no me entrevisten, que la gente como tú se asuste en la primera tarde o que directamente no me lea. Pero no pasa nada, no creo en el malditismo y si no escribiera lo que tengo en la cabeza no sería yo, estaría al dictado de algo o de alguien.
Entonces, ¿no te consideras un poeta maldito?
Soy muy contrario al malditismo. Creo que es un efecto comercial. Me duele mucho cuando lees a alguien intentando saber cómo se ducha, qué bebe y con quién se acuesta. Tratamos de justificar nuestras lecturas en las personalidades de la gente. Deberíamos leer los libros sin tapa y conocer el nombre del autor sólo cuando los hayamos terminado. Tendemos a hacer juicios primerizos y si los autores no nos caen bien nos condecoramos a nosotros mismos para que esa obra no nos valga.
Mucha gente afirma que no le importa lo que piensan los demás, pero suele ser pose. Sin embargo, en tu caso esta máxima parece genuina. ¿Cómo lo consigues?
Tengo la desgracia, aunque a lo mejor es suerte en el futuro, de no tener hipotecas ni hijos y vivir fuera de España. Las repercusiones que tengan mis acciones o actitudes me afectan menos. Pertenecer al gremio de escritores contemporáneos españoles conlleva una serie de taras por las que no estoy dispuesto a pasar. Cada uno tiene que ser como es.
¿Esas taras están relacionadas con lo políticamente correcto?
Como cuento en el libro, después de 16 años sin votar, voté a Vox en Cataluña (puesto de LSD) y me parecía lo más políticamente incorrecto. Yo era Alaska y Dinarama en los 80. Y eso repercutió en que personas que conozco (escritores) me hayan retirado la palabra. Es acojonante.
¿Se está convirtiendo lo conservador en revolucionario?
Bueno, es que lo conservador se ha vuelto progre. Tengo un amigo muy conservador de Madrid que todos los días me cuenta los grados que ha cambiado la temperatura y el calor que hace en invierno. Más que conservadores, arrodillados.
Con este estilo, de algún modo pruebas que, aunque no se sea un modelo de conducta, puede criticarse sin trabas todo lo que nos rodea y nos molesta. ¿Corre uno el riesgo de devorarse a sí mismo?
Si no eres capaz de hacer lo que sientes o piensas, por lo que pueda llegar a ocurrir, al final nos vamos a alinear todos en el mismo sitio. He visto a gente no llamar a la mierda (de perro), mierda en China, porque no quiere molestar al gigante asiático. Pero la misma mierda en Madrid es culpa de Ayuso. No me quiero alinear con personas que califican de distinta forma el mismo acto en función de donde están.
"Creía que iba a acabar en una clínica de desintoxicación, en una planta psiquiátrica o con una cirrosis"
¿Cuánto sacrificio requiere conjugar el descorche diario de botellas con la responsabilidad?
Estoy de retirada. Creía que iba a acabar en una clínica de desintoxicación, en una planta psiquiátrica o con una cirrosis, pero de un tiempo a esta parte mi cuerpo me pide beber prácticamente nada. Todo ese alarde de descorche está siendo mutilado en los últimos meses. Llevo como ocho días sin beber vino, cuando no recuerdo un solo día que no lo haya tomado en los últimos 15 años. A veces me han criticado por hacer apología del alcoholismo, pero no pasa nada por contar lo que haces. Lo que me parece un chiste es que en España alguien muera de cirrosis o sobredosis y la familia diga: 'Le han metido algo en la bebida'.
Con este estilo de vida, ¿resulta difícil distinguir entre libertad y caos?
Soy poco anárquico. Me da mucho miedo enfrentarme a alguien que me pueda dar por saco si la legislación no me protege. La libertad es una utopía, algo que no es tangible. Lo único que nos va salva un poco es estar lejos del epicentro. Con no tener cinco hipotecas, cuatro hijos y tres colegios que pagar, eres algo más libre, pero para lo demás estamos encerrados. La gente puede pensar que yo soy más libre, pero estoy en Bali, no en el desierto. Aquí hay cuatro millones y medio de personas y también tengo que hacer cosas para que no me metan en la cárcel o me señalen.
"Es mucho mejor deber dinero que tener que pagarlo, pero en algún momento tendrás que pagar..."
¿Es más fácil huir de los problemas o vivir con ellos?
Evidentemente, huir. Es mucho mejor deber dinero que tener que pagarlo, pero en algún momento tendrás que pagar... No vas a estar toda la vida huyendo. Yo he sido de huir. Tengo defectos, además clamorosos. Nunca he jugado a rugby, pero me encanta: 'Patada a seguir'. Yo veía un problema y le daba una patada. Y a veces me he encontrado con 13 problemas a la vez. Los actuales y los anteriores. Ahora bebo menos, tengo la libido más baja y cuando surge algún problema lo atajo al instante, porque no duermo.
Dime alguna lección de vida que hayas aprendido lejos de España
Una es la alegría con la que gestiono el huso horario, porque te evitas líos. Vives en una inopia informativa que viene muy bien para estar contigo mismo. Además, el hecho de estar tan lejos, no en el sentido kilométrico, sino general, te hace sentir algo que no sentirías en Segovia o Ávila: te enfrentas cada día a un mundo en donde tú eres el extranjero y donde la gente no tiene por qué ayudarte. En definitiva, la lección es saber que dependes de ti mismo.
¿Qué te asusta más: la muerte o el fracaso?
Por supuesto, el fracaso. La muerte, no, porque estoy cada día más concentrado con ella. Es algo que no te puedes imaginar como me llama la atención. He leído hace poco un libro que recomiendo encarecidamente: El viaje definitivo, de Stanislav Grof. La muerte es el final.
Creo que sólo podría fracasar en una cosa: la mendicidad, que trato mucho en mis libros. El hecho de no tener hijos, separarme tanto de mi familia y de mi país, no tener prestación por desempleo, no tener vivienda... podría llevarme un día a pasar penurias. Eso podría ser un gran fracaso.
¿Odias más a la humanidad o al ser humano?
Al ser humano.
¿Por qué?
Porque, para mí el concepto de humanidad es algo parecido a civilización y porque leo humanidades y me quiero quedar con eso. Pero el ser humano, aunque participe de todo eso, por sí mismo es más doloroso que históricamente. El mal se diluye individualmente. Imagínate a un japonés desastrado e imbécil que perteneció al éxito de su país tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Él estaba fuera de sitio, era un ser lamentable, pero todo el conjunto hizo que perteneciera al gran Japón.
¿De qué te arrepientes?
De algunas cosas, evidentemente. Pero no sería yo si quisiera cambiarlas. Hay que aceptar las cosas tal y como son. De no haber ahorrado, haberme casado y divorciado dos veces, no haber tomado decisiones que podían haber sido más producentes con la realidad. Pero, en general, no hay algo de lo que me arrepienta tanto como para que me atormente porque creo que los errores son parte de la vida y hay que aprender de ellos. Mi ego, como la libido, va hacia abajo.
"Si alguien quiere empezar a escribir que nunca se apunte a un curso de iniciación a la literatura"
Dos consejos: uno para alguien que quiera empezar a escribir y otro para alguien que quiera vivir fuera de su país.
Para el que quiera empezar a escribir, que nunca se apunte a un curso de iniciación a la literatura. Si no es por sí mismo, leyendo y con pasión, que no vaya a un lugar con escuadra y cartabón a que le saquen 400 euros para escribir un verso falso.
Por otro lado, considero una depreciación hacia la persona que nazca y muera a 20 kilómetros de donde ha nacido. Con eso está dicho todo. Puedes irte a Galicia, si eres de Madrid; a Barcelona, si eres de Orense; o a Perú, si eres de México. Pero lo que no puedes hacer, con esta maravillosa y creciente esperanza de vida que tenemos, es no salir de tu comarca en 70 años productivos de vida. Me parece un desprecio incluso hacia la comarca, porque ésta necesita reinventarse con gente que va y que viene, que cuenta historias.
Completa la frase: la poesía en 2023 es...
Subvencionada. Tristemente subvencionada.
¿Quieres desarrollarlo?
Estamos en un gremio, en un círculo vicioso, nunca mejor dicho, al que tienes que entrar para pertenecer a lo que se dice que es hoy la poesía contemporánea en España, o incluso la prosa. Y es un poco complicado e infantil. Lo que me parece lamentable es que los que van de libres estén organizando, construyendo, dirigiendo, aceptando o negando a los que por aquí vamos.
"La literatura es un negocio, en el que, o ganas dinero o ganas ego"
¿Crees que la cultura se está convirtiendo en algo cada vez más marginal?
No tengo la vara de medir ni las estadísticas, pero tengo la percepción global de que la cultura ya no es primordial y eso ya es lamentable. Hoy no se folla por ser escritor, salvo que se sea una escritora... Pero escribir o pintar un cuadro es para tu círculo reducido. A la gente le da igual. Una escritora china con la que salí, que vivía de escribir, cosa que yo no hago, me preguntó que por qué escribía si no vivía de ello y ahí se cerró el círculo. La literatura es un negocio, en el que, o ganas dinero o ganas ego. Incluso ganando ego la gente se cansa. La cultura es algo muy personal que comienza a ser cosas como leer a solas la Biblia de Jerusalén, La filosofía japonesa en su historia o los discursos de Cicerón y no hablar de ello con nadie. Y la cosa irá a peor... porque, aunque haya más avances que, aparentemente, mejoran la sociedad, sin cultura todo empeora. No hay más que ver cómo hablan los políticos...
Para terminar, responde con una palabra a las siguientes:
Viajar
Problemático
Leer
Obligación
Alcohol
Vino
Sexo
Sin condón
Amor
Caduco
Trabajo
¿Esclavitud?
Política
Dictadura
Gente
Plebe
España
1492
Futuro
Hoy