Gabriel Fernández Rey fue el presidente más abucheado de la Maestranza en lo que va de Feria. Y es mucho decir, porque mañana es el último festejo taurino del ciclo. Claro está: la feria de San Miguel viene ya hecha y el público tiene unas tragaderas muy anchas para ver a los “del cartel” sin rechistar. Hoy ha sido una tarde desapacible, desigual y deslucida. El Juli, Daniel Luque y Pablo Aguado han hecho el paseíllo. Sus contrarios procedían de La Quinta, de buenas hechuras, armados, pelearon en las varas para su mal, pero del comportamiento complicado que desconcertó a los diestros. No se acoplaron. Un desajuste de temples marcó la tarde más larga que la penitencia. Luque con su segundo dio un toque del entusiasmo que salvó el festejo.
El Juli se enfrentó con Detenido (1º, 10/17), que confirmó su nombre al salir de los chiqueros con desgana y sosiego. Se empeñó en escarbar. Al acudir al caballo, se empleó dejando los remos traseros suspendidos en el aire. El Juli estuvo decidido con el capote y mejor estuvo con la muleta: los pases sucedían con aplomo y decisión. Los ajustes de terrenos y de tiempos formaban parte imprescindible de la faena. La suerte suprema fue ejecutada con alevosía, es decir, el diestro salió de la suerte para dejar un bajonazo atravesado. El presidente debió haber sentido el agravio porque no premió la faena a pesar de una fuerte amonestación del público. La venganza de El Juli la pagó Almonteño, (3º, 02/19), un toro de estampa sancolomeña, largo y alto. El morlaco fue aniquilado con tres puyazos cargados y barrenados. El matador, El Juli, lo consintió y salió con la franela sólo para constatar el hecho de que el bicho ya no daba para más. Tardó mucho en asesinarle a pinchazos.
Turquesito (2º, 11/18) de Daniel Luque, se lastimó el remo trasero en las varas. Se retiró por su propia voluntad a los chiqueros nada más abrirse las puertas. Salió Conejillo (2ºbis, 11/18), pero ha sido una pelea sin ganas. El toro no se aclaraba y el diestro no se empeñaba. Medias tintas. Un caso raro para Daniel Luque. El matador se rectificó con Ibarreño (5º, 10/18). El toro salió rápido y peligroso, se cuela en los primeros lances. Su instinto defensivo empeoró después de las varas que le quitaron la escasa fuerza. Bronco en los rehiletes y parado en la muleta. Luque tuvo que suplir las faltas del burel con su voluntad, valentía e insistencia. Hizo una faena donde no la sospechaba ni esperaba nadie. Planteó la pelea entre las velas del bicho, consintiendo mucho, aguantando más todavía, pero logrando una obra meritoria. De un lidiador y matador de toros. La plaza respiró después de tanto tedio. Una oreja.
Pablo Aguado se esmeró con el capote. Tanto con Jabalí (4º, 10/18) como con Almaviva (6º, 10/18) cobró sendas ovaciones por el manejo del percal. Las faenas resultaron algo raras: el diestro perdía el terreno y agarraba a los toros que no consentían estas caricias y arremetían con fuerza. Un desbarajuste taurino. Sin trofeos ni peticiones.
Varios toros fueron aplaudidos al arrastre. No es fácil entender el motivo que guió al público para tales concesiones.
Si (
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