En todas las campañas electorales, los insultos al rival han protagonizado los mítines y declaraciones de los candidatos. Se han acusado de ladrones, corruptos, tramposos… Pero nunca esos insultos han coincido en el tiempo con la realidad. Hasta ahora. Hasta que el sistema electoral que algunos consideran garantista ha saltado por los aires. Porque ni la Junta Electoral, ni siquiera la Fiscalía han descubierto las trampas urdidas por un partido, el PSOE. Ha sido la casualidad. Mediante unas escuchas telefónicas de la Policía en una investigación sobre narcotráfico se ha descubierto que Coalición por Melilla, el partido que gobierna la ciudad española en coalición con los socialistas, compraba votos a cambio de 200 euros y un puesto de trabajo. Y ha sido un ciudadano anónimo quien denunció en los tribunales que fue tentado por candidatos del PSOE de Mojácar a cambiar su voto por dinero. Y así se descubrió la maniobra que llevó a la Guardia Civil a comprobar el delito y a detener a los candidatos socialistas. El sistema electoral español, pues, ha fallado estrepitosamente. El voto por correo, al menos, es un coladero para los corruptos.
Porque la mayor trampa de esta campaña se ha producido por obra y gracia del PSOE de Sánchez, que, además, de comprar votos ha tenido la desfachatez de terminar acusando al PP, a la Policía y a los jueces de conspirar para evitar su victoria en las urnas. Pero sólo los ingenuos y los medios afines a los socialistas han tenido el cuajo de culpar “a la derecha” del colosal escándalo que se ha producido. Aunque la mayoría de electores sospecha que el pucherazo sanchista se ha extendido por toda España. Y nadie se fía del resultado que salga de las urnas este domingo. De ahí, que el PP haya cerrado la campaña pidiendo el voto masivo de sus seguidores para contrarrestar las muchas papeletas compradas y evitar así que Pedro Sánchez pueda alcanzar una victoria fraudulenta. Quizás, este escándalo haya sido útil para abrir los ojos a muchos electores intoxicados por la descomunal propaganda de Moncloa. Porque ha quedado evidente que el PSOE, desde que llegó Zapatero a Moncloa, no es de fiar.
Sin duda, la campaña del 28-M ha servido también para descubrir que el voto por Correo es un coladero para los corruptos; un voto que por cierto ha crecido inusitadamente en estas elecciones. Y ese es el gran defecto del sistema electoral español que debería ser corregido a tiempo; antes de que se celebren las elecciones generales. Pero con Pedro Sánchez en La Moncloa nadie puede aspirar a que ponga remedio a uno de los mayores agujeros de nuestra democracia. Porque solo a través de ese enorme boquete se cuelan infinidad de papeletas, en especial las que llegan del extranjero, que en muchos casos son incontrolables. Y solo con un pucherazo como el que intentó en el Comité Federal, como recordábamos en nuestro último editorial, el líder del PSOE tiene alguna posibilidad de permanecer en el poder. Pedirle que lo corrija no deja de ser un ingenuo canto al sol.