El peligro provenía de los toros de Partido de Resina y de Sobral, cuatreños la mayoría, con velamen y buenas hechuras. Las reses de mucho cuidado: aprendían rápido, se volvían con la velocidad de un rayo y sabían esperar. Muchos encargos recibirán los sastres taurinos mañana, sobre todo, de capotes: casi media docena yacían deshechos sobre el albero. Algunos animales se fueron al centro de la plaza mortalmente heridos. La valentía la pusieron los diestros: se enfrentaron con los enemigos complicados, creciendo en valentía y calidad. El autoritarismo lo impuso la presidencia de Don Ignacio Sanjuan Rodríguez: no cumplió flagrantemente (y no por primera vez) el reglamento al no otorgar la oreja a Juan de Castilla. La autoridad y lo autoritario, señor presidente, son conceptos distintos. Y si no me cree, consulte el diccionario.
Juan De Castilla confirmó con Tronador II (1° 1/19 Resina). El toro fue ovacionado, pero el entusiasmo se desvaneció al verlo flojo en las varas. El diestro lo citó por flexionados y, quizá por los nervios y tensión, no se atemperó para mantener al toro en pie. Este se paró, el diestro insistió y alcanzó una calidad estética en algunos pases. La espada echó a perderlo todo. Una pitada suficiente para desanimar a cualquiera. Afortunadamente, no ha sido así: De Castilla salió de nuevo para demostrar su valía. Su enemigo, Preso (5° 2/19 Sobral) tomó la primera vara con gran fijeza y tomó la segunda a gran distancia y fue aplaudido. De Castilla lo muleteó sin probaturas, cosechando una ovación. Las tandas que siguieron de complicada filigrana y donde el bicho se media con un hombre sin tapujos: lo iba calculando, midiendo, persiguiendo. El diestro aguantaba, esperaba y evitaba las tarascadas. La mera ejecución de la estocada merecía un premio. Mas el palco decidió no atender la petición mayoritaria. ¿Por qué? Quizá sólo para ejercer su voluntad y mostrar al público quién manda aquí. Una razón simplista y autoritaria.
Desde que Octavio Chacón se enfrentó con la casta navarra en San Agustín del Guadalix, no deja de crecer y mejorar. Es un torero cuajado por las dificultades, complicaciones y contratiempos. He aquí un director de lidia completo: ¡qué bien puso en suerte al manso sexto! Estuvo al quite, siempre pendiente. Le tocó un cinqueño de Sobral, Recluido (2° 2/18), un toro inolvidable sólo por la capa y hechuras. Un sardo capuchino de pestañas blancas… La poética descripción se acabó con los primeros lances de capa: un empuje brutal, embistiendo con decisión y fuerza. Chacón lo bordó: la primera puesta en suerte sin dar un solo capotazo. La segunda puesta en suerte indescriptible: la quietud suprema frente al bicho envalentonado. Pocas faenas se puede resumir en estas dos palabras: el aguante y el pundonor. Octavio Chacón se hizo con la alimaña por su aguante y valor. El animal se empeñaba en buscar al diestro, el diestro se desvivía por someterlo. Ganó Chacón. Por desgracia, el hierro lo emborronó todo: encontrar la medida justa a la embestida inexistente y resabiada fue imposible. Una gran ovación y saludo. Nervioso (4° 1/19 Resina) protestado de salida, pero igual de peligroso que sus hermanos. Chacón se expone, se cruza y sorprende al bicho qque anda desconfiado y al público más receloso con unas tandas de naturales. Un desplante en la cara del toro y la estocada atravesada y algo perpendicular. Sonó un aviso. Descabello.
Ángel Sánchez lidió a Capotero (3° 1/19 Resina), pero este flojeaba y la presidencia consintió el cambio. Salió Dispuesto (3°bis Collado Ruiz) con casi seis años acuestas. Un animal de maldad contenida, dosificada y hasta llevadera. Se dejó engañar por la muleta al principio, pero pronto se repuso de tonturas y comenzó a apretar por ambos pitones. El torero midió los tiempos, templó la muñeca y le robó unos pases de buen trazo al natural. La espada cayó entera al segundo intento y por la intervención de la Providencia. Ovación y saludo. Jabato (6° 2/19 Sobral), manseaba, se quitaba la vara para salir huyendo. Aún así, recibió tres puyazos. En los rehiletes mostró su paciencia, casi el cinismo: sólo Juan Carlos Rey pudo cuadrarlo. No olvidemos que este hombre de plata lidió con tino y acierto a Capotero. Ángel Sánchez pudo consigo mismo y salió con más ánimo: ahormó al toro, sacó provecho de sus rápidas embestidas y acabó la obra en el momento oportuno. La estocada entera llegó al tercer intento.