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La política del escaqueo

Javier Cámara
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javiercamaraelimparciales/12/12/24
jueves 13 de noviembre de 2008, 22:45h
Si yo mañana no voy a trabajar lo más probable es que alguno de mis jefes me llame por teléfono para preguntarme, preocupado, si me ha pasado algo. Yo tendré, lógicamente, que dar alguna explicación creíble a mi escaqueo. Pero, ¿qué creen que pasaría si tomo por costumbre no asistir a mi lugar de trabajo y cuando se interesan por el motivo de mi ausentismo alego que estoy trabajando?

Ante tremenda caradura, lo más probable es que mi jefe me diga que no estoy cumpliendo con mi contrato, que me dé de baja y que me descuente los días que no he estado presente en mi lugar de trabajo.

No hace mucho fue nuestro ministro de Economía el que se quedó con una respuesta “sin responder” por ausencia de un diputado del PP, que es el que debía preguntar. Este miércoles, la titular de Defensa, Carme Chacón, informaba sobre sus presupuestos ante 15 diputados del partido que dirige Mariano Rajoy. ¡Pobre bagaje!

Para colmo se justifican. De verdad, me parece lamentable que aleguen que están trabajando. Como si asistir al Congreso –que es su obligación– no fuera parte de su trabajo. Aun así, lo más triste es la sensación generalizada de que les importa muy poco que los que pagamos sus sueldos veamos casi siempre el hemiciclo vacío.

Llámenme lo que quieran, pero a mí me parece una tomadura de pelo. Es insultante, les debería dar vergüenza no aparecer por su lugar de trabajo cuando hay cerca de tres millones de personas a los que les gustaría poder ir a trabajar todos los días.

Ustedes ya saben que el absentismo laboral lleva consigo la no realización de las tareas propias al puesto de trabajo. La RAE lo describe como la “costumbre de abandonar el desempeño de funciones y deberes anejos a un cargo”. Del verbo escaquear –que sí, existe– dice que es “eludir una tarea u obligación en común”.

Quizá sea ésta, la de la costumbre, la definición que más me gusta porque, efectivamente, se trata de un hábito que, a mi juicio, roza el fraude y que cada vez se produce con más frecuencia. Acudir al desempeño de sus funciones en el Congreso es algo para lo que se les elije y por lo que se les paga. Por cierto, muy bien. El salario de un diputado varía entre los 4.000 y 5.000 euros mensuales –dependiendo de si viven en Madrid o no– por tan sólo tres días de hemiciclo a la semana.

Aunque el tirón de orejas es para todos los diputados que se ausentan de manera reiterada del Congreso, es especialmente relevante que desde el PP pretendan hacernos creer que así quieren recuperar La Moncloa. Yo no veo oposición y las elecciones autonómicas están a la vuelta de la esquina.

Y digo yo: ¿Esto es lo que entiende Rajoy por hacer oposición? ¿Quince personas en el Congreso y diputados a los que se les olvida ir? ¿Así quiere ganar las próximas elecciones? ¿Es que acaso espera que la crisis económica haga todo el trabajo de desgaste a un Gobierno que tampoco cumple?

Menos cumbres “ideológicas” en Washington y más medidas para solucionar el paro. Menos viajes y más ideas prácticas para los de casa. Yo abogo por que si hay que refundar algo que sea el trabajo en el Congreso.

Javier Cámara

Periodista

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