Hay algo en estos dos compadres que nos recuerda a James Stewart y a Richard Widmark en Dos cabalgan juntos de John Ford, pero también a Jerry Lewis y Dean Martin, a Bing Crosby y Bob Hope, a Frank Sinatra y Dean Martin, a Walter Matthau y Jack Lemmon… Porque saben sostener una copa y recitar a Jardiel de corrido con indudable encanto, con esa mezcla de simpatía de los hombres grandes, dúctiles, elocuentes, que sugieren siempre la proximidad de un apretón de manos grandes o de abrazo inabarcable. Ambos desarrollan una simbiosis extraordinaria en Se alquila, en el Teatro Bellas Artes, dirigida por Andoni Ferreño y escrita por Gonzalo Ferreño. Andoni Ferreño posee esa cabeza romana e inconmovible como la roca, y más allá del torso seductor persiste en él el actor elegante que desafía al tiempo, a las modas, al olvido… Agustín Bravo, menos ducho en la escena, se deja guiar por la experiencia de su amigo y cualquiera diría que lleva toda la vida sobre las tablas haciendo comedia, si bien se ha recorrido todas las radios y televisiones patrias, habidas y por haber. Pero lo más notable de estos dos artistas es lo que no se ve. La personalidad, cálida y larga, que a través de los años ha ido acumulando el terciopelo del éxito y los sinsabores del légamo audiovisual, la máquina implacable que tritura a sus ídolos. Son como el automóvil que ha hecho muchos viajes, que ha llevado a muchas familias por toda España, y han alcanzado ese punto atemporal, de confort y de blindaje. Andoni Ferrero y Agustín Bravo son dos pícaros entrañables del audiovisual, de los que antes había tantos y de los que hoy apenas sobrevive ninguno. Hay seres adorables que le llenan más a uno y le hacen más compañía que otros supuestamente “cercanos” y este es el caso de Andoni y Agustín, de los que nos llevamos un gratísimo recuerdo grabado en el corazón.
¿Dónde quedaron aquellas galas inolvidables, aquellos sábados por la noche que llevaron a la televisión las variedades y de las que, como presentadores, fuisteis referentes?
Agustín Bravo.- El talento en bruto que había antes ya no existe. Cuando los grandes de la televisión, José María Íñigo, Fernando García Tola o Jesús Hermida fueron desapareciendo, no hubo recambio. Por eso ya no hay gente capaz de afrontar esa calidad de magacín de dos horas de duración.
Andoni Ferreño.- También creo que se deben añadir los costes de producción, las televisiones han externalizado todo y estás sujeto a una reducción presupuestaria mucho mayor; y antes podías grabar, como es mi caso, una serie por la mañana como La ley y la vida y presentar después un programa especial de fin de año por la noche. Ahora, los contratos presentan incompatibilidades. Está todo mucho más restringido y, sobre todo, no se encuentra uno tal cantidad de estrellas en un solo día, porque me he tropezado en una noche, por los platós, a Phil Collins, Jennifer López y Plácido Domingo. Es decir, había un esfuerzo de coproducción por parte de la televisión y de la productora que ahora ya no existe.
¿Qué pensáis de la televisión que se hace ahora, dos fenómenos todoterrenos del audiovisual como vosotros?
A.B.- Partamos de la base de que la televisión es el menos democrático de los medios de comunicación, porque la verdad es que la gente no elige lo que consume: el menú es en realidad muy reducido. A partir de ahí, hay que ser realistas con lo que se emite ahora.
A.F.- Echo en falta a los grandes productores privados, que arriesgaban y hacían un producto de calidad, como Chicho Ibáñez Serrador, Fernando Navarrete, José Luis Moreno o Valerio Lazarov, por citar algunos con los que he trabajado.
¿Cuál es el último recuerdo que tenéis de una gala en la que trabajasteis juntos?
A.B.- Fue en Queridísimos 92, Queridísimos 93 y la última edición fue del 94, que fue espectacular.
A.F.- Yo estaba haciendo teatro en septiembre de 1994 en Mula, Murcia, y me llamó Valerio Lazarov para hacer una gala espectacular en la plaza de España de Sevilla porque Antena 3 le estaba ganando la delantera a Telecinco, y fuimos allí todos.
¿Y desde entonces, ya no habías vuelto a coincidir en el trabajo?
A.F.- No, hasta 2022 con Boeing Boeing, de Marc Camoletti, no habíamos vuelto a trabajar juntos. Y tampoco fue muy bien en taquilla, a pesar de la calidad de la comedia, reforzada por una magnífica adaptación cinematográfica con Jerry Lewis y Tony Curtis. Porque una cosa es lo que nos gusta a nosotros y otra es lo que le gusta al público, de manera que sufrimos incluso pérdidas. Se alquila, en cambio, es una comedia que nos ha escrito mi hijo Gonzalo para que nos lo pasemos bien los dos y que la gente se ría mucho.
A.B.- Andoni me llamó porque me vio en unas fotos en su despacho que teníamos juntos y se acordó de mí. Yo antes solo había hecho una obra de teatro musical. Los gurús de la crisis, de Cari Antón, con la que debuté en 2015 y la verdad es que se arriesgó mucho conmigo. Y cuando Andoni me habló de Se alquila no me lo pensé dos veces, porque tenía todo el aspecto de ese guisito que nos huele bien: setenta minutos de diversión para una comedia fresca, directa y un discurso potente. Sin duda, estoy de acuerdo con Andoni: hacemos Se alquila por amistad y para que el público pase un rato alegre.
¿Cómo han cambiado el público y los públicos?
A.F.- Las coordenadas han cambiado completamente. Por ejemplo, hice un experimento en teatro fichando en una ocasión a una actriz que tenía miles de seguidores en redes sociales, pensando que eso podría atraernos público. Pues bien, la esperaban a la salida, se hacían fotos con ella y le pedían autógrafos, pero no compraban una sola entrada. Los de las redes sociales y los del teatro son públicos distintos.
A.B.- Creo en la mala salud de hierro de la radio y del teatro. Es más, creo que este último tiene fecha de caducidad, tal y como lo entendemos ahora, porque es un hecho social que tiende a desaparecer. Pensemos que ya no hay grandes actores con sus respectivas compañías y que de cada cinco o seis espectáculos que hay al día, tres son de monologuistas. Es verdad que nosotros tenemos un nicho de mercado muy determinado, pero eso nos condiciona bastante.
¿Y las sinergias que había antes entre el cine, la televisión y el teatro ya no funcionan?
A.F.- Los directores que tienen ahora cuarenta años y que hacen peliculitas que solo están una semana en las salas o que ni siquiera se estrenan, o esas series de televisión que solo duran cuatro días, no miran ya al teatro. Van a toda velocidad y cuentan con subvención. Y, por otra parte, el cine español es una cosa artesanal, no existe la industria del cine español como tal, como algunos nos quieren vender. Con el teatro se gana mucho dinero, pero se pierde en la misma proporción.
A.B.- Añadamos que los actores de televisión no quieren hacer teatro, salvo excepciones concretas, como la saga Larrañaga-Merlo, que es maravillosa. Por otro lado, los que mandan en televisión quieren tener su propia cuadra de “caballos” y los marca a fuego como si fueran sus propietarios: el movimiento y la flexibilidad de antes es muy difícil de llevarlo a cabo ahora sin romper esa férrea territorialidad, casi posesión.
A.F.- Este fenómeno del edadismo en las artes escénicas españolas y que no ocurre en Francia ni en Italia, donde la experiencia es un grado y los presentadores y actores y actrices veteranos son respetados e imprescindibles, es muy reciente. Pensemos que, hasta hace poco, hemos disfrutado de Concha Velasco, Laura Valenzuela, Carmen Sevilla o Teresa Campos. Ahora si tienen más de 50 años, el sistema los descarta.
¿Ha habido más censura y autocensura en el teatro últimamente, en estos tiempos de lo políticamente correcto y la cultura de la cancelación?
A.B.- Yo incluyo en esta comedia muchos modismos y frases propias, como “tiene más años que un bosque” o “está más tenso que el pellejo de un tambor”, pero siempre cuidando al máximo la pulcritud del lenguaje, ciertamente cuidando más que antes de que nadie se ofenda, claro. Pero es muy difícil saber quién puede ofenderse.
A.F.- Yo estoy bastante harto de aplicar las coordenadas de lo políticamente correcto al teatro, a la creación artística. ¿Quién las fija? ¿Quién las dicta? Jamás los autores ni los escritores, sino los políticos, que se meten donde no los llaman. ¿Por qué tengo yo que adaptarme a alguien que desconoce cómo funciona el lenguaje dramático? ¡Es absurdo! Recuerdo que el gerente de un teatro me pidió omitir un gag sobre invidentes en una comedia y me negué, porque precisamente los ciegos poseen un extraordinario sentido del humor, una capacidad extraordinaria de reírse de ellos mismos, y les encantó. Algunos son más papistas que el papa y quieren estropear la frescura y la esencia de las obras.
¿Con qué copresentadoras habéis trabajado más a gusto?
A.F.- Con Norma Duval, Arancha del Sol, Natalia Estrada, Mabel Lozano y, sin duda, recuerdo con especial cariño mi debut teatral junto a María Isabert, en 1992, porque ella me cuidó y me dejó una nota en el camerino dándome consejos y haciendo hincapié en lo especial que era aquel día para mí. Jamás la voy a olvidar.
A.B.- En televisión, Concha Galán, que fue mi primera copresentadora. Éramos todos chicos y chicas Hermida, porque él me fichó en 1989: es mi referente y Hermida ha creado escuela. Después guardo un recuerdo imborrable de Carmen Sevilla y también de Ana Blanco, con la que copresenté un informativo cultural en Telemadrid, “Zip-Zap. La guía”, en 1989.
Decidnos cuáles son vuestros imprescindibles de la cultura.
A.F.- Como músico, Joaquín Sabina, soy un fanático de su música y de su poesía. Colecciono sus libros en Visor.
A.B.- Pues no te preocupes, que yo te voy a dar mi ejemplar de la poesía de Sabina [risas].
A.F.- Me encanta Fernando Fernán Gómez como director y como actor, y todos los intérpretes que lo rodeaban, Agustín González, José Sacristán, Paco Rabal, José Luis López Vázquez, José Luis Ozores… Como cineastas, elijo a José Luis Garci y a Jaime de Armiñán, del que todavía sigo viendo Juncal. Luego, de los foráneos, me quedo con el australiano Hugh Jackman, que todo lo hace bien. Y en el ámbito de las películas, sin duda El Padrino (1972) de Francis Ford Coppola y Rocky (1976) de John G. Avildsen. También os recomiendo la serie colombiana La pola (2010) de Sergio Cabrera y con Carolina Ramírez, en la que trabajé y que no se estrenó en España, sobre la independencia de Nueva Granada, hoy Colombia.
A.B.- Yo estoy fascinado con el Cementerio de Westwood Village de Los Ángeles, que he visitado recientemente, y que me ha impresionado y hecho pensar mucho en este mundo nuestro. Allí descansan los restos de mis referentes, como Billy Wilder, Marilyn Monroe, Dean Martin, Burt Lancaster, Truman Capote, Jack Lemmon, Walter Matthau, Natalie Wood, George C. Scott, John Cassavetes. Si tengo que elegir una película, me quedo con Ciudadano Kane (1941) de Orson Welles, y también con el biopic de uno de mis referentes, George Gerswhin, Rapsodia en azul (1945) de Irving Rapper, con unos desconocidos Robert ALDA Y Joan Leslie bordando sus respectivos papeles. Después me quedo también con Deseando amar (2000) de Wong Kar-Wai porque también soy un romántico melancólico.
Por último, ¿en qué o con quién os gustaría trabajar próximamente?
A.F.- Me gustaría trabajar con Antonio Banderas en alguno de sus proyectos por la voluntad que tiene y su capacidad de trabajo y su personalidad.
A.B.- Yo tengo una anécdota al respecto. Iba por la Quinta Avenida de Nueva York cuando empezaron a llamarme desde la calzada y era Antonio Banderas desde un MG negro, que me llamaba y tenía ya medio cuerpo fuera. Tengo mucha amistad con él y he estado en su casa de Marbella. Por mi parte, me gustaría volver a presentar y dirigir un magacín de actualidad de dos horas en televisión.