Misa Negra
jueves 08 de enero de 2009, 21:45h
Quiero recomendar a los lectores del Imparcial el libro Misa Negra, publicado en inglés en el año 2007 y en español (editorial Paidós) en 2008. Su autor, John Gray, es catedrático de pensamiento europeo de la London School of Economics y discípulo de Isaiah Berlin. La recomendación que les hago no implica ningún género de coincidencia con sus posiciones. Digamos simplemente que, además de ameno y bien informado, se trata de un libro que da que pensar.
El punto de partida de Gray es la idea de que la política moderna constituye un capítulo de la historia de la religión. Se basa para decir esto en la constatación de que dicha política ha estado marcada fundamentalmente por la creencia en el advenimiento de un mundo nuevo. La utopía es, a su juicio, una variante de las creencias apocalípticas de los primeros cristianos. Aunque en ningún momento identifique al cristianismo con esto –de hecho, subraya la importancia de Agustín de Hipona en el rebajamiento de la confianza literal en un regreso inminente de Jesús- sí que halla en ellas las raíces de una visión de la historia concebida como un proceso en el que subyace un hilo argumental, columna vertebral de todo utopismo. Existen, no obstante, diferencias abismales entre lo religioso y lo político: mientras que la religión no admite que se pueda hacer nada para adelantar ese proceso; la política moderna ha estado dominada por la convicción de que el hombre puede acelerar el curso de la historia con sus acciones. El peso extraordinario que ha tenido el terror desde la revolución francesa en la política occidental es fruto de eso.
El movimiento ilustrado se propuso desmitificar el pasado y la religión, pero al mismo tiempo, se convirtió en una poderosa fuente de generación de mitos. El poder de esos mitos es tan grande que, pese a las atrocidades cometidas en los últimos dos siglos, todavía hay quien cree que en el mundo no ha habido nada peor que la Inquisición. El uso de métodos inhumanos para conseguir unos fines irrealizables –algo que no debería confundirse con la mera violencia- es cosa estrictamente contemporánea .
El pensamiento utópico ha sido tradicionalmente patrimonio de la izquierda. La derecha representaba más bien una aceptación realista de la imperfección humana y, por tanto, una visión escéptica sobre la posibilidad del progreso. La gran aportación de Gray es el descubrimiento de cómo el pensamiento utópico se ha deslizado, tras la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría, hacia la visión dominante. Su análisis del modo en el que el neoliberalimo ha intentado asumir la dirección de la Historia (expansión por todos los medios de la democracia, el libre mercado, los derechos humanos, el laicismo del Estado, etc.) tal vez no convenza a todos, pero tampoco dejará indiferente a ninguno. No menos interesantes, desde luego, son las incertidumbres derivadas del fracaso final de ese intento (desastre de Irak, pérdida de peso de los Estados Unidos frente a sistemas autoritarios o muy superficialmente democráticos –China y Rusia-, recrudecimiento del problema terrorista, pero también la crisis económica mundial, de la que obviamente no se trata en el libro), las cuales determinarán sombriamente el próximo futuro y obligarán a una revisión completa de las categorías políticas con las que nos venimos manejando en las tres últimas décadas.
Para acabar, supongo que nadie esperará encontrar en una investigación de estas características ninguna referencia a la política española. De hecho no la hay, ni siquiera se habla de la Alianza de Civilizaciones. Gray afirma, en cambio, que la idea de “Lucha de Civilizaciones” constituye un burdo prejuicio ideológico que no responde a ninguna realidad.