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Justicia y moral en la época del espectáculo

Juan José Laborda
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1718lamartingmailcom/12/12/18
martes 24 de febrero de 2009, 23:15h
La realidad se confunde con la ficción: ese es el diagnóstico sobre esos programas que llegan masivamente a la opinión pública. Los “reality shows”, no siendo programas informativos, sino de entretenimiento, acaban por convertirse en noticias, ocupando más espacio periodístico en los medios de comunicación serios, que los hechos iniciales que dieron origen a la información sobre ellos. El desgraciado caso del (presunto) asesinato de Marta del Castillo, es un ejemplo más de una tendencia nada buena. Miles de personas se manifestaron en Madrid, pidiendo la cadena perpetua para (¿presuntos?) delincuentes como el (antiguo) novio de Marta, y para los que colaboraron con él, arrojando el cuerpo (¿vivo?) de su víctima al Guadalquivir. Las autoridades autonómicas andaluzas, y las municipales sevillanas, han sufragado el viaje de los convecinos de Marta a la capital de España. El clima emocional creado por programas televisivos como “Tuenti”, repetidos hasta la náusea en Internet, está borrando en las generaciones jóvenes, y entre amplios sectores populares, la moral democrática que hizo posible hace treinta años, entre otras conquistas civiles, suprimir la pena de muerte y la cadena perpetua, por la sencilla razón de que la pena no era el pago por el delito cometido, sino que aquélla era el procedimiento para reinsertar al delincuente en la sociedad. ¡Disquisiciones eruditas y aburridas! Lo que el pueblo reclama es ¡Justicia!, ¡Marta somos todos!, y desde luego, ¡que Zapatero y Rajoy reciban a una familia destrozada! ¿No se recibió a los padres de Mari Luz Cortés? Por supuesto, ¡los de Marta tienen el mismo derecho a esas imágenes con los responsables máximos de los partidos, y a decir lo que en estos momentos piensan de la cadena perpetua! Atención, otro programa posible, consistiría en preguntar a otras familias patéticamente rotas, ya que sus hijos están en cárceles que parten el alma a cualquiera.

¿Se podría hacer el esfuerzo por reflexionar sobre lo que significa socialmente ese grupo de chicos jóvenes o adolescentes, de unas clases sociales medias, con vidas nada marginales, que sin embargo, solucionan sus desencuentros sentimentales como amorales primitivos, y cuya solidaridad elemental, les lleva a sumergir el cuerpo de su víctima, como si viviesen en la selva del “homo antecessor”? Me parece que hay algo de fracaso social generalizado. Aunque no se puede olvidar la responsabilidad individual de cada uno de los autores de ese horror sin sentido, merece la pena interrogarnos acerca de cómo la educación que reciben en la escuela, en la familia, en la iglesia, en sus ambientes grupales, en los medios de comunicación que les llegan, etcétera, ha configurado unas conciencias incapaces de conocer el mal y el bien. Desde luego, hace falta que el Estado, y la sociedad, pongan fin a esa discusión de bajo vuelo sobre la asignatura “Educación para la ciudadanía”. Me parece que hay síntomas de descomposición de la moral entre cada vez mayor número de conciudadanos, y ante eso, el acuerdo político y social es una necesidad y una obligación para los responsables políticos. Félix Pons, el antiguo presidente socialista del Congreso de los Diputados, escribió hace poco un matizado artículo en la revista “Cuadernos de Alzate”, titulado: “Educación para la ciudadanía (O las debilidades de la democracia). Matices: lo que asegura un enfoque democrático, tolerante y científico para la resolución de problemas como estos. Lo contrario del espectáculo y de la simpleza populista.

Juan José Laborda

Consejero de Estado-Historiador.

JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.

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