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Hipocresía Made in Europe

Laila Escartín Hamarinen
miércoles 15 de abril de 2009, 18:14h
Hay en la televisión un anuncio de Iberdrola muy fenomenal y concienciado con el medioambiente, en el que nos venden energía producida con molinos de viento. La imagen que da el anuncio es de un mundo feliz y bello, y la idea es que si usamos esa energía, seremos modernos y felices, y sobre todo, tendremos la conciencia limpia.

Estas vacaciones de Semana Santa hemos disfrutado el campo en Vejer de la Frontera, y de hecho, desde el porche de la casita, veíamos unos cuantos molinos de viento de Iberdrola. Nos comentó el jardinero de la casa, que Iberdrola contrata a 4 € la hora a africanos y a chinos para montar los famosos molinos de viento; mientras que en la zona hay cada día más y más parados españoles. Ningún español, nos dijo el jardinero, está dispuesto a trabajar por 4 € la hora. Se espera una revolución por parte de los españoles, nos dio a entender el lugareño.

En el anuncio de la televisión no se habla de este interesante y sucio detalle. Pero volvemos a lo de siempre. Iberdrola nos vende energía ecológica empaquetada en papel dorado, que secretamente se construye sobre una base de explotación laboral. Cuando nos enteramos, nos llevamos las manos a la cabeza con desaprobación. Pero lo mismo hacen Zara, H&M, Sfera, IKEA y todas esas empresas que nos venden ropa y demás cosas por cuatro perras, y que todos nos lanzamos a comprar encantados de conseguir materia por tan poco dinero. Todos sabemos que esas cosas tan bonitas y baratas las hacen los niños, las mujeres y los hombres de países en vías de desarrollo, a los que se paga una miseria por interminables días de trabajo; y no sólo eso, también sabemos que las fábricas en China, India, Vietnam etc. contaminan sin contemplaciones, porque los jefes europeos presionan sin cesar para mantener los costes bajísimos.

Y aún sabiendo todo esto, seguimos comprando. De lo cual deducimos, que somos todos unos hipócritas de cuidado, gente sin columna vertebral, inmorales de primera categoría y mentirosos. Si al menos admitiéramos ser lo que somos –unos explotadores, imperialistas europeos (como siempre lo fuimos) –, podríamos respetarnos un poco más a nosotros mismos; no por ser lo que somos, pero sí por tener la honradez de admitirlo.

Con estas palabras, esta explotadora se despide para volver a sumirse en la admiración de los ecológicos molinos de viento en el lejano horizonte gaditano. À bientôt!
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