Fagocitadores de poder
miércoles 29 de abril de 2009, 18:28h
¿Cuántas veces han oído de boca de algún amigo, familiar o conocido que lo que han hecho, están haciendo o están a punto de hacer es erróneo y está abocado al fracaso? ¿Y han sentido, acto seguido, que su integridad psíquica y emocional está siendo violada? ¿Por qué este afán de juzgar los actos del prójimo y de indicarles el correcto camino? Poder. En el fondo es una cuestión de poder. Si uno sentencia los actos de otro, lo debilita porque golpea su autoestima (el mensaje es: ‘lo que haces es equivocado, o sea, no sabes elegir la acción correcta, eres tonto’); al debilitarlo, será más maleable a ser dirigido desde el exterior.
Limitémonos a observar nuestro entorno más cercano y banal, el día a día, nuestras relaciones familiares y amistosas –al ámbito privado, pues no se aplica esto en el ámbito público –. Sin cesar, nuestros seres queridos y apreciados –aunque a veces, hasta la gente que no tiene conexión íntima con nosotros – sobrepasan el límite y se adentran en zonas que realmente no les corresponde visitar, y en las cuales violan nuestro sentimiento de privacidad, individualidad y dignidad. Nos dicen que lo que hacemos está mal, y nos indican qué debemos hacer en vez. Con esto, por una parte nos roban nuestro poder de juzgar y decidir sobre nosotros mismos y nuestros actos, y por otra nos someten a su voluntad y juicio. Primero fagocitan nuestro poder, y luego nos lo vomitan transformado en la cara, y en ningún momento son conscientes de lo necio que es hacer esto –pues es muy difícil criticar y sentenciar acertadamente los actos ajenos –, y sobre todo de la terrible falta de respeto que es.
Este acto inconsciente y nocivo que la mayoría de los seres humanos comete proviene de la infancia. La mayoría de nosotros fue víctima de este tipo de constante violación de la dignidad y la capacidad de autorregulación, por parte de padres, profesores y demás familiares, cuando aún éramos débiles y vulnerables. Es lo que sufrimos, es lo que aprendimos, y es nuestra manera de vengarnos ahora que somos mayores y tenemos poder. Pero es feo, y es destructivo, y hace que la vida y el mundo sean más tristes y deprimentes.
La próxima vez que espeten un juicio sobre la actuación de algún ser próximo y le corrijan la plana, espero que recuerden estas palabras, aunque sea vagamente. Quizás, les hagan recapacitar y cambiar su actitud. Nunca es tarde para aprender a respetar a fondo y de verdad al prójimo, tenga la edad que tenga.