Malos tratos a los clientes
jueves 12 de noviembre de 2009, 21:29h
Acaba de sucederme algo muy desagradable y que me demuestra lo vulnerable que es el individuo frente a la informe masa sin rostro que es una empresa, y la poca idea que se tiene en España de cómo se trata al cliente.
Una tarde de no hace mucho, mi ordenador portátil se fue a dormir y no volvió a despertar, la pantalla se quedó negra y no hubo forma de que se encendiera. Pánico. ¿Qué puede hacer una escritora sin su portátil? Como uso un MacBookPro, el único lugar que conozco en Madrid donde llevarlo a arreglar es K-Tuin. Ahí pues llevé mi pobre ordenador con la esperanza de que el pronóstico que me fueran a dar no significara un viaje al cementerio de los ordenadores. Hubo suerte porque sólo había muerto la tarjeta gráfica, pero por ser un fallo de fábrica, me la cambiarían sin gasto alguno. Y como soy escritora y sufro de una incurable adicción al portátil, les pedí que me lo arreglaran con urgencia: sí, señora, pero le costará 72€ más I.V.A. La urgencia significaba, según un cartel que tenían ahí puesto, un día. Me llamarían en cuanto estuviera.
A los cinco días (fin de semana por medio) les llamo por la tarde para preguntar por mi ordenador, y me cuentan que está arreglado desde esa misma mañana (¿me llamó alguien para avisarme? ¿Un día… un día? Qué día más largo tienen en K-tuin) Así pues, me encamino a rescatar a mi alter ego escritor, y ¿con qué me encuentro? Con que los alegres y dicharacheros trabajadores de K-tuin tienen intención de cobrarme los 72€ más I.V.A. a pesar de que han pasado cinco días, y no uno como prometía el cartel, y para más INRI, yo había ido al lugar con mi cargador entero, y después de la manipulación que sufrió por parte de uno de los técnicos, volví a casa con sólo medio cargador, la otra mitad había volado. Cuando reclamé la segunda mitad de mi cargador, el encargado tuvo la mala educación y la falta de profesionalidad de decir que yo soy la responsable de la pérdida de la mitad del cargador y negó cualquier responsabilidad por parte de su empresa. Entre líneas, me estaba acusando de mentirosa y estafadora de cables. ¡Increíble!
En un caso como éste, en que no se puede probar quién de los dos combatientes está en lo cierto, es incuestionable que al cliente hay que darle la razón, porque atendiendo a toda lógica, lo más probable es que el técnico se despistara a la hora de manipular el cable, no lo devolviera al cliente (a mí) y mi querido cable se perdiera entre los miles de cables que deben de tener en ese lugar; desde luego que no hay lógica ninguna en que yo esconda mi cable o lo tire por la ventana para luego poder perder mi valioso tiempo intentando recuperar otro cable nuevo cuando el original era estupendo; y sé a ciencia cierta que no perdí el cable. En fin, que la cosa está en que a un cliente no se le puede tratar mal nunca, ninguna empresa se lo puede permitir, porque la mala fama es peor que un cáncer para una empresa, ya sea de restauración, de ropa, taller de coches, o de ordenadores. Esto es algo que los norteamericanos saben muy bien, pero que en España aún no ha comprendido casi nadie.
Como no tengo intención alguna de abandonar mi MacBookPro y pasarme a PC, espero que mi portátil nunca más me falle, porque por nada del mundo quiero volver a ese sitio tan grosero y poco profesional y no sé si en Madrid hay otros taller que sepan arreglar Macintosh. ¡Los dioses me libren de K-tuin!