Alfonso Sastre: Teatro. Uranio 235. Escuadra hacia la muerte. La sangre y la ceniza. Edición, introducción y notas de César de Vicente Hernando. Akal. Madrid, 2010. 368 páginas. 12 €
Sucede con Alfonso Sastre el mismo caso de Arthur Miller y también el de un compañero cercano como lo fue Antonio Buero Vallejo: los tres pertenecen a la gran generación del teatro de postguerra, agasajada y reconocida con premios y distinciones diversas, pero sin conseguir que el conjunto de su obra teatral se representara –y represente– con regularidad en los escenarios de referencia. De ahí que sea de agradecer que la editorial Akal ponga hoy al alcance una selección de su teatro, en una edición a cargo de César de Vicente Hernando, autor también de una introducción personal e iluminadora sobre la trayectoria intelectual y literaria de Sastre.
La selección de tres textos –
Uranio 235, Escuadra hacia la muerte, La sangre y la ceniza– nos muestra una personalidad teatral que ya desde sus inicios destacaba por la modernidad de sus propuestas en el contexto decaído y deficitario del teatro español de postguerra, cuando Buero estaba aún por aparecer. Sorprende gratamente
Uranio 235 (1946), un “poema escénico” con una consciente voluntad de transgresión formal, señalada por la crítica; y por la presentación de unos personajes que, encuadrados en la Europa inmediata al desenlace de la Segunda Guerra Mundial, soñaban en la construcción de una “humanidad nueva”. El carácter simbólico de unos personajes que saben a tierra y sufren a su paso por un mundo cambiante se transfigura en
Escuadra hacia la muerte (1952) en algo mucho más trascendente. Porque, imbuido de la atmosfera existencialista de la época, Sastre coloca a sus personajes ante una situación individual y colectiva de la que son plenamente responsables y por la cual tendrán que penar. Sus actos no han sido gratuitos, les han conducido a un auténtico
huis clos, y por ellos deberán sufrir el castigo o la penitencia merecida, porque cualquier ser humano debe asumir las consecuencias de sus actuaciones, no puede rehuirlas. Surge, pues, con una extraordinaria fuerza la idea del compromiso moral del hombre que no puede ser soslayado en ningún caso.
El camino estaba desbrozado para que el compromiso moral de
Escuadra hacia la muerte deviniera en político, tras la gradual asunción personal del papel de Brecht y el teatro épico en la obra de Sastre. Una ambivalente concreción temporal y una inevitable y necesaria alegoría le condujeron hasta
La sangre y la ceniza (1965), donde el trasunto de un Miguel Servet “hereje”, “exiliado” y enfrentado al poder establecido actúa de correlato del mismo Sastre, empeñado en expresar libremente su lucha y sus “ideas” en plena dictadura franquista. El recorrido desde
Uranio 235 ha sido significativo; nos hallamos ante una “tragedia compleja”, tanto desde un punto de vista estructural como formal, y con un contenido nada halagador para quien se acerca a la obra desde una posición ideológica o moral cargada de soberbia y menosprecio hacia la defensa de la alteridad y la diferencia de opinión.
Tras la lectura de
La sangre y la ceniza, uno tiene la sensación de que
Sastre continúa ahí, en el mismo lugar, con la indefectible acomodación al paso de la Historia, combatiendo y afirmando sin descanso su derecho a expresar sus ideas y a poder desarrollar y ver representada su obra con normalidad y regularidad. La suya es hoy la opinión de un “abuelo” que, como tantos otros dramaturgos, merecería una mayor presencia en la escena española.
Por Enric Gallén