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Vargas Llosa, imprescindible

jueves 16 de diciembre de 2010, 17:29h
Los lectores de este periódico tal vez hayan leído un artículo sobre la última novela de Mario Vargas Llosa que publiqué en Los lunes de El Imparcial. Quise tener un cuidado exquisito a la hora de ponerle reparos a un libro que no puede, sin embargo, olvidarse en una esquina de la librería. El discurso del Nobel, que la prensa internacional ha difundido, me permite volver a Mario Vargas, no ya desde un artículo de crítica literaria, sino desde una columna del periódico.

Hemos asistido en España, en los últimos veinte años, a una transformación del concepto público de intelectual que, incluso, obligó a los medios de comunicación a sustituir el término por la expresión “gentes del a cultura”. Puede el lector curioso acudir a la hemeroteca para ver la página que los periódicos publicaron en 1982 con una lista de apoyo a don Felipe González Márquez y comparar los nombres de los filósofos, juristas, profesores, escritores o artistas que allí figuraban con los de aquellos que aireó la candidatura de don José Luis Rodríguez Zapatero. La diferencia expresa el cambio de la importancia socio-política de lo intelectual (no ya del intelectual) en la España de hoy. No se trata de la anecdótica presencia en listas o actos, sino de que un desencanto político ha producido, si no la ausencia de cualquier implicación de los intelectuales en la marcha del país, sí el más absoluto descompromiso público.

Por eso el discurso de Mario Vargas Llosa en Suecia es importante. Estemos o no de acuerdo con la evolución ideológica que él mismo describe con cierto detalle, importa su decisiva convicción de que el intelectual debe, desde su propia situación, reflexionar sobre la miseria económica y moral en la que viven muchos conciudadanos y denunciarla. Debe mancharse con la realidad y la vida diaria de la comunidad y su devenir político, y no permanecer alejado de la ciénaga, preocupado tan sólo por la blancura del cisne. Desde el punto de vista exclusivamente español, subrayemos por ejemplo las líneas del discurso dedicadas a Cataluña y sus reticencias frente al nacionalismo, cuando le hubiera sido mucho más cómodo y ventajoso callarlas.

Esa convicción, que fundamenta ideológicamente y reafirma su obra literaria, que nunca cae en la demagogia o el oportunismo, que nunca descuida la preocupación por la propia estrategia de escritura, hace que Mario Vargas Llosa, más allá del logro y alcance de cada una de sus novelas, sea un escritor imprescindible. Un ejemplo cuando en España, salvo excepciones contadas, nuestra literatura sólo sabe caminar por los senderos más abiertos de la superficialidad.
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