Algunas reformas necesarias:El 15-M y las elecciones
martes 24 de mayo de 2011, 15:08h
El movimiento 15-M y algunos datos electorales del pasado domingo son síntomas de la profunda insatisfacción con que muchos, muchísimos ciudadanos viven dentro del modelo sociopolítico vigente. En este sentido se pueden analizar la debacle que supone para el PSOE el resultado electoral obtenido, el incremento de los votos nulos y en blanco, y el crecimiento de UPyD e Izquierda Unida. El caso de Bildu merece un análisis diferenciado e intervienen otros factores.
Pero también conviene no olvidar: 1) que buena parte de la contestación a las equívocas políticas de Zapatero se ha traducido en el mejor resultado electoral del PP en unas elecciones municipales; y 2) que el PSOE, a pesar de todos los pesares, sigue siendo el otro pilar clave del modelo partidista de nuestra democracia a mucha distancia de la tercera fuerza política. Es decir, que aunque los políticos son vistos por los españoles, según las encuestas del CIS, como el tercer problema que les preocupa, los dos partidos que mejor representan a esa “clase” política “detestada” son los más votados en las elecciones. Es posible que muchos ciudadanos sufran una cierta esquizofrenia y a pesar de considerar que “esos” políticos son un problema, luego les den sus votos a la hora de acudir a las urnas, quizá porque las otras alternativas no les parezca que de verdad suponen un cambio sustancial. O quizá porque los ciudadanos sean conscientes, a pesar de la mala imagen que tienen de los políticos, de la necesaria estabilidad del sistema democrático y de los riesgos de una posible desestabilización.
Los resultados electorales y el movimiento 15-M deberían ser analizados con cierta proyección e inteligencia por los partidos políticos. El PP se equivocará si ve sólo en éstos una contestación a las políticas de Zapatero y un respaldo a las suyas –aun siendo esto cierto–. Y el PSOE se equivocará si reduce la gestión de la crisis que el resultado electoral provoca en el partido a un cambio de nombres sin ahondar en nuevos planteamientos ideológicos, porque es necesario pensar cuáles son los proyectos de la izquierda –aunque quizá la palabra esté démodée– para el siglo XXI.
El 15-M supone mucho más que una crítica a la democracia “irreal” y una demanda de una democracia “real”. La coincidencia en los planteamientos de fondo con el movimiento francés que se opuso a la reforma de la jubilación propuesta por Sarkozy, que encontró en los jóvenes universitarios los elementos más activos, y a las manifestaciones que en Portugal ha promovido el movimiento Geração à rasca son notables y muestran una crítica al modelo social. Se puede intuir que en las mentes de la nueva generación se está gestando un nuevo concepto de hombre, una nueva antropología que pone en cuestión algunos valores vigentes en nuestra sociedad como la desorbitada importancia que se otorga a lo económico. Y frente a esto reivindican una nueva moral, es decir, unas costumbres más austeras –especialmente en los cargos públicos y en los directivos de las empresas privadas cuyos negocios afectan esencialmente a la sociedad–, una mayor solidaridad, un mayor compromiso con el medioambiente, un consumo responsable y una revalorización de la educación y del esfuerzo frente a la cultura del pelotazo para el enriquecimiento rápido. Está claro que frente a estos valores que progresivamente van calando en la sociedad hay otros totalmente contrarios que todavía predominan, pero que son precisamente los que se han puesto en cuestión. Es posible que se esté fraguando lo que Ortega llamaba una “crisis histórica”.
Centrándonos en España, hay que encontrar el modo de dar a la crítica que lanza el movimiento 15-M un tono positivo y concretarlo en propuestas que mejoren nuestra democracia, actualizándola y modernizándola pero sin desvirtuar los niveles históricos alcanzados (derechos y libertades, participación democrática para elegir a los representantes, políticas sociales que garanticen unos mínimos de educación y seguridad social). Algunas políticas para dar respuesta a lo que el 15-M representa se hacen necesarias y sería conveniente debatirlas y ejecutarlas en el corto plazo:
Una apuesta firme por una sociedad del conocimiento donde el factor humano y la productividad sean los elementos claves, basados ambos en una mejora sustancial de la educación y el uso intensivo de la tecnología.
Una gran austeridad en la gestión de los servicios públicos, paralela a la modernización de las administraciones públicas y del sistema parlamentario.
Una reforma Constitucional en el sentido planteado por el informe del Consejo de Estado que, entre otras cosas, facilite un sistema electoral más proporcional reduciendo el mínimo de diputados por provincia o yendo a una circunscripción única. La conversión del Senado en una verdadera cámara de representación territorial serviría de contrapeso a esta propuesta para que los territorios (Comunidades Autónomas, provincias y municipios) tuviesen un foro donde defender sus intereses particulares.
Una democracia que por medio de referendos electrónicos permita una mayor participación de los ciudadanos en las decisiones políticas. Paralelamente deberían incentivarse otros foros de debate para la participación ciudadana a través de organizaciones que puedan colaborar activamente con los gobiernos locales, autonómicos y nacional y con los parlamentos, pero teniendo claro que son éstos los que deben tomar al final las decisiones como representantes legítimamente elegidos, pues también hay que tener cuidado con que unos pocos se proclamen “el pueblo”. Estos foros servirían para canalizar cuestiones menores, pero que afectan mucho a la vida diaria de los ciudadanos, hacia aquellos que tienen el poder de tomar en último término las decisiones políticas y administrativas.
Una reforma profunda del sistema judicial que lo modernice y lo dote de medios para que ningún juicio se demore más de un año.
Profesor de Historia del Pensamiento Político
JAVIER ZAMORA es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Derecho por la Universidad de León, ha completado su formación con estancias de investigación en el Massachusetts Institute of Technology, el Max-Planck Institut für Geschichte y el Colegio de México.
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