Todo el mundo mira a España, a lo que ocurrirá el próximo domingo y a lo que hará el futuro presidente del Gobierno, previsiblemente Mariano Rajoy. Los últimos desarrollos nos han colocado ante el desastre. Pero podemos salir de esta. La prueba está en Irlanda y los países bálticos.
Ya trajimos a estas crónicas la sorprendente recuperación de Irlanda. El país viene de ser
el socio pobre de Europa a superar a todos en renta per cápita. A todos menos a Luxemburgo. Pero Luxemburgo es una ciudad y es menos representativo de lo que es un país. ¿Cómo logró un éxito económico tan descollante? Gracias a un amplio programa de desregulaciones, a la reforma del sector público que les permitió reducir drásticamente el gasto, a una apuesta decidida por el comercio internacional, y a una consistente rebaja de impuestos. Tan consistente, de hecho, que ha hecho marca de la casa fijar un impuesto de sociedades del 12,5 por ciento, que mantiene desde hace muchos años, y que no está dispuesta a cambiar por nada. Las presiones de Francia y Alemania para que suba ese impuesto son brutales. Ven cómo las empresas prefieren irse a Irlanda. Especialmente duras fueron cuando rescataron a Irlanda. Pero el país se ha resistido. Y se está recuperando.
Si le fue tan bien,
¿cómo es que le ha ido tan mal? Por un lado, Irlanda ha vivido la misma crisis que España: la política monetaria laxa del BCE animó la creación de crédito, que financió enormes cantidades de nuevos pisos, muchos de los cuales están hoy vacíos. Pero Irlanda hubiera podido sobreponerse a esta crisis.
El verdadero problema surge con la decisión del gobierno irlandés de garantizar con fondos públicos la totalidad de los depósitos de su banca. Una decisión absurda que trasladó la quiebra de su sector financiero, con un tamaño mucho más grande que lo que se corresponde con su economía, al Estado. Esto llevó a Irlanda a acumular un déficit público del 14,2 por ciento en 2009 y un sobrecogedor 31,3 por ciento del PIB en 2010.
Pero Irlanda ha seguido fiel a su modelo, por un lado, y ha hecho importantes recortes en el gasto público, por otro. El resultado es una recuperación que sorprende a casi todos. No a todos, porque algunos conocían bien la economía irlandesa, y la capacidad de una economía liberalizada y con pocos impuestos de salir adelante. Este año crecerá un 1,1 por ciento y, según la Comisión Europea, un 2,3 por ciento en 2012. Muy por encima de la media europea.
El otro caso es el de los países bálticos, sobre todo Estonia y Letonia, pero también Lituania. No han esperado a la crisis para apostar por la austeridad de las cuentas públicas, pero han aplicado recortes cuando ésta ha hecho aparición. Por lo que se refiere al mercado privado, son economías muy liberalizadas, con una gran flexibilidad, especialmente en el mercado de trabajo, como es el caso de Irlanda. ¿Qué resultado ha tenido todo ello?
Juan Ramón Rallo, desde Libre Mercado,
nos lo explica: “los resultados han sido los que cabía prever: duros en la etapa de ajuste, espectaculares en la de recuperación. Por ejemplo, el PIB de estos tres países cayó entre un 17 y un 22 por ciento desde 2008 a 2010, pero gracias al ajuste interno en 2011 ya está aumentando a ritmos de entre el 6 y el 8 por ciento anual. ¿Y en que ha consistido ese ajuste interno? En la austeridad pública y la flexibilidad privada”.
El modelo por el que tendrá que apostar Rajoy.