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la "ciudad abierta"

El Santo Padre prepara con Bush e Israel un nuevo Jerusalén

sábado 19 de abril de 2008, 20:56h
La solución del problema religioso que plantea la ciudad santa de Jerusalén para las tres religiones monoteístas, es la clave para resolver el conflicto palestino. Desde hace más de medio siglo el enfrentamiento entre árabes e israelíes por el control de la milenaria urbe mantiene el problema en un callejón sin salida. Una nueva alternativa está siendo explorada por el Papa Benedicto XVI, Israel, Estados Unidos y los reyes de Arabia Saudí, Marruecos, Jordania y España, protagonistas históricos del conflicto, según una información a la que ha tenido acceso EL IMPARCIAL en fuentes diplomáticas de países árabes.

Jerusalén es considerada como una ciudad tres veces santa. Para los judíos alberga el Muro de las Lamentaciones, último vestigio del templo construido por el rey Salomón; para el cristianismo conserva la reliquia más sagrada, el Santo Sepulcro; para los musulmanes, acoge la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al Aqsa, tercer lugar santo del Islam después de La Meca y Medina, y lugar donde, según la tradición, Mahoma efectuó su viaje nocturno acompañado por el ángel Gabriel. Es, pues, una urbe esencialmente religiosa, impregnada de ritos y peregrinaciones.

Su estatus actual se encuentra sujeto a fuertes controversias. Bajo Administración civil israelí desde la Guerra de los Seis Días de junio de 1967, la ciudad está dividida en dos partes -este y oeste- separadas por una línea verde. Desde punto de vista político, las posiciones de judíos y musulmanes son incompatibles. Israel aprobó la Ley fundamental de 1980 por la que considera a Jerusalén “capital eterna e indivisible” del Estado de Israel. Los árabes, por su parte, no renuncian a que sea “la capital del futuro Estado palestino”. La comunidad internacional no ha avalado ninguna de las dos tesis.

Negociaciones discretas
La solución a la disputa étnico-política sobre Jerusalén, parece radicar en su vertiente religiosa. Desde hace dos años, hay en curso negociaciones discretas para hacer de la misma una “ciudad abierta”, una “capital religiosa internacional”, a través de un diálogo entre cristianos, musulmanes y judíos. EEUU, el Vaticano y los estados protagonistas directa o indirectamente en el conflicto, lo apoyan.

El rey de Arabia Saudí, Abdalá Ben Abdulaziz, ha propiciado un encuentro entre representantes de las jerarquías eclesiásticas, obispos, imanes y rabinos. Así se lo expresó el rey saudí a Benedicto XVI en su visita al Vaticano en noviembre de 2007. En encuentro revistió entonces un carácter histórico, ya que era la primera vez que el Custodio de los Santos Lugares del Islam efectuaba este viaje. El rey Abdalá se presentó ante el Papa como “líder religioso” de los musulmanes.

El Obispo de Roma, que viene tratando esta cuestión con guantes de terciopelo, ha prodigado una intensa actividad diplomática para sondear las posibilidades de llegar a un acuerdo histórico con todos los protagonistas. Elegido Papa el 19 de abril de 2005, cinco meses más tarde recibió al monarca jordano en el Vaticano, y en el mismo mes de septiembre mantuvo un encuentro con el Rey de España en Castelgandolfo. En junio de 2007 mantuvo una larga entrevista con el presidente George W. Bush en el Vaticano, y con el rey saudí en noviembre del mismo año. En su viaje oficial a Estados Unidos, Benedicto XVI ha abordado el tema de Jerusalén en su entrevista en la Casa Blanca con el primer mandatario estadounidense, aseguran fuentes diplomáticas árabes.

Papel clave de Don Juan Carlos
Una de las claves históricas para la resolución del conflicto recae en Don Juan Carlos. En su calidad de “Rey de Jerusalén”, mantiene legitimidad sobre la historia de la capital de las tres religiones. Las intensas relaciones que el rey de España mantiene con las monarquías árabes, le dan “crédito y autoridad para emprender iniciativas e impulsar las negociaciones que conduzcan a la solución del conflicto”, subrayan las citadas fuentes.

No es casualidad que Don Juan Carlos concediese la Orden del Toisón de Oro al rey saudí el 20 de junio de 2007, durante su visita de Estado a España. Una Orden que mantiene estrecha relación con su calidad de Rey de Jerusalén.

Como tampoco lo es que el rey Mohamed VI de Marruecos, considere al Monarca español como su “venerable hermano”. Un calificativo que no proviene de lazos de sangre, ni de hipotéticas alianzas políticas y estratégicas, ni del tramo de historia común existente entre Marruecos y España. El monarca marroquí hace referencia con este gesto a unos vínculos de legitimidad histórica que el Rey de España mantiene con el mundo islámico a través de la ciudad santa de Jerusalén.

Mohamed VI y el Comité El Qods
Porque Mohamed VI, en su calidad de Presidente del Comité El Qods (Jerusalén), ha recibido el mandato de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) para abordar el problema religioso de Jerusalén. Este Comité es uno de los órganos permanentes de la OCI, que reúne en su seno a los 53 Estados islámicos del mundo.

La Organización de la Conferencia Islámica vio la luz en 1969 durante la cumbre de Jefes de Estado musulmanes en Rabat (Marruecos), y concedió el título de Presidente del Comité Al Qods al entonces soberano alauí, Hassan II, quien transmitió esta responsabilidad a su heredero Mohamed VI.

Las razones profundas de dicho cargo no sólo se deben a la extraordinaria capacidad de diálogo de Hassan II con Israel, con Estados Unidos, con el Vaticano y, por supuesto, con el mundo musulmán, sino a sus credenciales como heredero de los “títulos de propiedad” de gran parte de las tierras sobre las que se asienta la ciudad de Jerusalén, vendidas a sus ancestros alauíes por el sultán otomano Abdulaziz para hacer frente a las arcas vacías del Imperio, según han afirmado fuentes diplomáticas árabes a EL IMPARCIAL.

El gran pacto al que aspiran los protagonistas -el Papa Benedicto XVI, los reyes Abdalá, Mohamed VI, Abdalá II y Don Juan Carlos, los presidentes Bush y Shimon Peres, y los líderes religiosos musulmanes, judíos, católicos, cristianos ortodoxos, coptos, griegos y armenios- puede hace de Jerusalén ejemplo universal del respeto y la convivencia interreligiosa en el siglo XXI