Nuestro vecino atlántico ha sufrido mucho en los últimos doce años. Espera que los ajustes que han venido asociados a la crisis le permitan vivir un futuro mejor, de la mano de la inversión foránea.
Portugal es más pobre ahora que cuando comenzó el siglo. El siglo no empezó en el año 2000, pues no hay año cero en la era cristiana, sino que se pasa del uno antes de Cristo al uno después de Cristo. El año 2000 es el último año de la década de los 90' y del siglo XX, mientras que 2001 es el primero del siglo XXI. En la primera década del siglo XXI, cuando España vivía un boom, espoleada por la política de crédito fácil del BCE, Portugal apenas creció. Durante la crisis, Portugal ha caído en el valor de la producción, con lo cual está peor que cuando empezó, según los cálculos de Ricardo Reis
para Brookings.
El informe lo recoge Quartz, que ofrece dos explicaciones. Una del propio Reis: El sistema financiero funciona mal, y lleva el capital hacia sectores de la economía poco productivos. Y otra de
Matt Yglesias, que dice que Portugal (como España, Grecia e Italia), tiene demasiadas empresas pequeñas. Esta última explicación es muy poco satisfactoria, pues si fuera por ello, los otros países citados seguirían el mismo destino, y no es así.
La cuestión es que los portugueses se han empobrecido. La caída en la producción ha venido acompañada por un ajuste en la economía, pero que parece estar lejos de haberse completado. La baja capacidad de la economía portuguesa de crecer pone en duda la sostenibilidad de la deuda, según la última revisión por parte del FMI. Por eso el gobierno, que ha seguido el camino de contención del gasto y aumento de los impuestos de su vecina España, ha vuelto a anunciar nuevas medidas de ahorro de gasto. ¿Está lejos o cerca del final?
Para responder a esta cuestión, desde el punto de vista del Gobierno, está Manuel Rodrigues, secretario de Estado de Finanzas. Habla para Quartz, y dice que “hemos recorrido cuatro quintas partes del camino. En este momento consideramos que los principales desequilibrios macroeconómicos, por lo que se refiere a la consolidación fiscal, se han resuelto, y que estamos en un período en el que esperamos que vuelva la inversión. Hemos recortado los impuestos de sociedades en algunos casos por debajo del 7,5 por ciento”. Señala que los bancos se han recapitalizado completamente, y que el portugués es el idioma hablado por alguno de los países con un mayor crecimiento, como Brasil (ahora en horas bajas), Angola, Macao o Mozambique.
Pero su principal mensaje es este: “Es importante comunicar de lo que estamos hablando. Estamos llevando a cabo una revolución silenciosa por lo que se refiere a las reformas estructurales, y ahora tenemos resultados que mostrar. Ahora necesitamos trasladar esos resultados a nuestros inversores. La recuperación de Europa tiene que ver con la recuperación de la confianza. Al recuperar esa confianza, nuestras empresas pueden financiarse a un coste más bajo, y cuando lo hagan, podrán anticipar la inversión”.
Todo eso esá bien. Pero habla de un ajuste macroeconómico que no parece tan completo como señala Rodrigues, y de una recuperación de la confianza que es, hoy, más un deseo que una realidad. Es cierto que Portugal cuenta ahora con más argumentos para albergar inversiones, como unos salarios a la baja, y según Rodrigues, una apuesta por rebajar los impuestos de sociedades. Pero el peso de la deuda, cuya viabilidad es dudosa, pone en riesgo su mantenimiento en el euro. Ahora, además, un conocido economista pide desde dentro salir de la moneda común. Si esa posibilidad, ahora lejana, se ve como posible, entonces no habrá inversor que ponga un solo euro en Portugal. Y entonces, el retroceso no será a finales, sino a mediados del siglo XX.