Muchas veces, al finalizar un libro del que hemos disfrutado, nos quedamos con las ganas de saber qué ha sido de la vida de sus personajes más allá de la palabra FIN.
Quien ya disfrutó del éxito Me llamo Lucy Barton (2016) se alegrará, sin dudarlo, al conocer la publicación de Todo es posible, la nueva obra de Elizabeth Strout (Maine, EE.UU. - 1956). Pero en cuanto se interne en sus páginas lo primero que le sorprenderá es descubrir que no se trata de una segunda parte, de una continuación, y quizá haya una primera decepción. Sin embargo, este sentimiento desaparecerá en cuanto el lector se vea cautivado, una vez más, por la prosa de esta autora, que retrata las fortalezas y las debilidades de los seres de a pie con apabullante habilidad.
Todo es posible resulta una operación de rescate. Por un lado, desvela aquello que Me llamo Lucy Barton tan solo esbozaba y dejaba en gran medida a la parte activa del lector. Esto, me atrevería a decir, es bastante reconfortante desde el punto de vista del que ha imaginado pero no ha sido capaz de contrastarlo con lo que la autora tenía en mente; por otro, también se trata de recuperar o traer a primer plano muchos de los “actores secundarios” que se asomaban mostrando pequeñas historias en la novela precedente, y que aquí convierte en protagonistas por derecho propio.
Si recordamos, en Me llamo Lucy Barton, la protagonista pasaba su convalecencia en un hospital de Nueva York acompañada de su madre, a la que hacía mucho tiempo que no veía. Durante esos días y esas interminables conversaciones se van mostrando las difíciles relaciones madre-hija, la miserable infancia de Lucy y sus hermanos, los diferentes dramas subyacentes tanto en su familia como en las familias de su misma comunidad.
Pues bien, en Todo es posible, la Lucy escritora ha publicado el libro de memorias, titulado Me llamo Lucy Barton, con considerable éxito de público. Y esta circunstancia, que sobrevuela por encima de toda la obra, es aprovechada por Strout para ir mostrando capítulo a capítulo (de una novela que también puede ser leída como colección de relatos pues todos tienen cierta individualidad) las historias ocultas o tan solo esbozadas en la primera.
En cada relato/capítulo se va desplegando los detalles de la vida de Tommy, Patty, Charlie, Mary y Angelina, Dottie, Abel… pero también lo que ha sido de los hermanos de Lucy, Pete y Vicky, y hasta de la propia escritora que regresa a la miseria familiar tan durísima de asimilar en el capítulo titulado “Hermana”.
La depurada prosa de Strout -autora también de Amy e Isabelle-, nos transporta hasta la América más profunda, al mundo de una comunidad cerrada, endogámica, donde todo tiene que ver con todo y todos están entrelazados como una red irrompible; por eso la “fuga” de Lucy de esa comunidad que asfixia es a su vez criticada pero también sirve como vía para aquellos que se permiten soñar.
Elizabeth Strout vuelve a acertar plenamente en la construcción de ambientes opresivos y de personajes atrapados en su propia miseria, pero en lo que es una auténtica maestra es en hacernos llegar de una manera fácil y un lenguaje sencillo la complejidad del carácter en su más complicada humanidad. Porque, al fin y al cabo, tanto en un pueblo como en la más gigantesca de las metrópolis, todos estamos hechos del mismo barro.