Para quien cultive disciplinas como la Historia, la Sociología, la Literatura o la Filosofía siempre resulta un placer académico leer cualquiera de las obras que integra la ingente producción académica del profesor Juan Pablo Fusi. Éste tiene la virtud de facilitar la comprensión del objeto de estudio que aborda sin apartarse del rigor científico. Ambas características se hallan presentes en Espacios de libertad. La cultura española bajo el franquismo y la reinvención de la democracia (1960-1990). en la cual disecciona el panorama cultural español entre 1960-1990, sin caer en la mera enumeración de autores.
En este sentido, basta con observar el apartado bibliográfico para saber dónde se hallan las raíces de la soltura y ritmo trepidante que caracteriza a la obra que reseñamos. Tal fenómeno, asimismo, también se traduce en una capacidad de síntesis contraria a cualquier desnaturalización o simplificación.
El reto que se propone Fusi consiste en mostrar la influencia que tuvo la cultura (“las ideas”) durante la dictadura franquista y el rol que aquélla desempeñó en el nuevo escenario democrático abierto tras 1975. Se trata, en consecuencia, de una tarea de enjundia para la que utiliza determinados ejes vertebradores a la hora de ordenar su exposición, sobresaliendo intelectuales con mayúsculas como Julián Marías y López Aranguren. Como nexo entre la generación anterior e inmediatamente posterior a la Guerra Civil privilegia la figura de José Ortega y Gasset.
Al respecto, sigue un orden de exposición cronológico que tiene como origen el final de la Guerra Civil. Juan Pablo Fusi no se detiene en exceso explicando la propuesta cultural del Franquismo (predominio de la Escolástica en la docencia, renacimiento de la arquitectura religiosa o monopolio de la Iglesia en la educación). Esto obedece a que su meta es de naturaleza bien distinta: demostrar cómo junto a esa “cultura oficial” se fue desarrollando gradualmente otra (cultura) que centró su atención en aquellos ámbitos de la realidad española (atraso económico, vertebración territorial…) que exigían un pensamiento más sosegado y contrario al patriotismo de cortas miras.
Julián Marías fue uno de los primeros en detectar ese cambio, subrayando en diferentes artículos de los años sesenta que la cultura española entre 1939-1959 había vivido un florecimiento similar al experimentado entre 1898-1936. Esta suerte de “cultura disidente”, que recibió una acogida favorable por parte del público como certificó la continua creación de editoriales, se planteó cómo llegar a una España democrática, en un momento histórico en el cual las generaciones nacidas a partir de 1940 mostraban bajos niveles de identificación con el Franquismo.
Ese nuevo (y novedoso) mundo cultural, aunque contenía diferentes sensibilidades políticas, todas ellas coincidían en la defensa de un Estado de Derecho y del pluralismo. Además, muchos de sus miembros habían integrado filas del régimen (Areilza, Calvo Serer, Ridruejo, Ruiz Giménez, Laín Entralgo, Torrente Ballester…) del que se distanciaron o desmarcaron totalmente.
Con todo ello, si la cultura española en sus diferentes disciplinas fue capaz de sobresalir en un escenario adverso para ella como el Franquismo, con la llegada de la democracia experimentó un vertiginoso crecimiento. Este hecho, a su vez, permitió la aparición de una nueva generación de escritores, sociólogos, pintores y filósofos (Pérez Reverte, Savater, Trías…) que compartió espacio y público con la inmediatamente anterior (Cela, Delibes, Chillida…).
Finalmente, en la última parte de la obra es donde la opinión del Doctor Fusi fluye en mayor medida, efectuando una valoración de conjunto sobre la reciente historia de España. Así, pone en valor el binomio Transición-Constitución aunque sin mitificarlo. Además, como historiador del presente, formula veredictos acompañados de sólidos argumentos que emparentan a su libro con el momento actual. A modo de ejemplo de esta afirmación: “La llegada al poder autonómico desde 1980 en Cataluña y País Vasco de gobiernos nacionalistas con amplísimas facultades de autogobierno no supuso, contra lo que pudo esperarse, el fin de las aspiraciones de los nacionalismos catalán, vasco y gallego al reconocimiento de sus respectivos territorios como naciones soberanas” (p. 128).