El programa del concierto había sido sabiamente concebido para el gran público español, muy capaz de tararear piezas como la archiconocida “Bacanal”, de inspiración oriental y trasfondo orgiástico, de la ópera Sansón y Dalila, de Camile Saint-Saëns, la “Danse bohème” (Suite nº 2) de la ópera Carmen, de Bizet, o la “Cabalgata de las valkirias” (Die Walküre), de Richard Wagner, pieza que integra el acerbo musical colectivo global después de que el cineasta Francis Ford Coppola se sirviera de ella en su película Apocalipsis Now (1979).
En la Parte I del recital, totalmente dedicado a ópera francesa, Kaufmann cantó “Ah, lève-toi, soleil!” de Romeo et Juliette (Gounod), “La fleur que tu m’avais jetée”, de Carmen (Bizet), “Rachel quand du Seigneur”, La Juive (Jacques-François Halévy) y “Ô souverain ”, de El Cid (Massenet). El tenor bávaro se mostró inseguro en este repertorio; quizás habrá que esperar un tiempo para que consiga igualar su ejecución, en seguridad y calidad vocal, al de su natural repertorio wagneriano, en el que es, en estos momentos, insuperable a nivel mundial. Su línea de canto en francés es aún algo desigual. Su celo por pronunciar correctamente las -sin duda traicioneras- consonantes nasales de la lengua gala influye en el fraseo y merma, por efecto de la nasalización, la extraordinaria sonoridad natural de esta bellísima voz, quizás la más importante del panorama lírico actual. En cambio, lo anteriormente expuesto no afectó ayer a la extraordinaria ejecución del aria de la opera francesa El Cid, de Massenet, antes citada, ni al tema “Pourquoi me réveiller”, de la ópera Werther, de Massenet, ofrecido en primer lugar de una serie de tres bises con los que Kaufmann se entregó al público madrileño, demostrando que es un divo “nada divo” y haciendo gala de una gran generosidad, como parece ser habitual en él: El Imparcial ha podido saber que, en ocasiones, ha regalado hasta seis temas fuera de programa.
En la Parte II, dedicada a Wagner, Kaufmann demostró todo de lo que es capaz, no sólo en los temas más heroicos, como “Ein Schwert verhiess mir der Vater”, de la ópera Die Walküre, cuya ejecución fue, sinceramente, abrumadora, sino también en los más románticos, como “Morgenlich leuchtend im rosigen Schein”, de “Die Meistersinger von Nürnberg”, o intimistas, como “In fernem Land”, de Lohengrin. Kaufmann tiene una voz inmensa y, a la vez, cálida. En los temas que tiene ya consolidados su interpretación va mucho más allá de la belleza y de la proeza vocal: transmite emociones, resulta argumentalmente interesante, y esto es decir mucho cuando se está interpretando al inmortal genio de Bayreuth.
En definitiva, el concierto de Jonas Kaufmann fue el mayor éxito vivido la presente temporada en el Teatro Real. El público no se contentó con ovacionar o aclamar al tenor: literalmente gritaba y lo vitoreaba, como haría en una de esas corridas de toros que quedan para la historia. Quien escribe correría el riesgo de caer en el anecdotario si intentara reproducir aquí todas las alabanzas que profirieron los miembros del público (en especial, si reprodujera las provenientes de algunas de las damas…). Una anécdota algo atípica: el tenor bávaro recibió un número considerable de presentes (flores, bolsas de regalo, etc.) de miembros del público durante sus innumerables apariciones para saludar al finalizar el programa oficial del concierto.
Parte del repertorio francés cantado ayer por Kaufman integra un disco de Arias de Opera Francesa grabado recientemente para el sello Sony, con acompañamiento de la Bavarian State Orchestra y bajo la dirección de Bertrand de Billy (Gounod – Roméo et Juliette, Acto II: L’amour…Ah! Lève-toi soleil! - Massenet – Werther, Acto III: Traduire…Pourquoi me réveiller?- Thomas – Mignon, Acto III: Elle ne croyait pas, dans sa candeur naïve - Bizet – Carmen, Acto II: Je le veux Carmen…La fleur que tu m’avais jetée - Bizet – Les pêcheurs de perles, Acto I: Au fond du temple saint - Lalo – Le roi d’Ys, Acto III: Puisqu’on ne peut fléchir…Vainement, ma bien-aimée - Offenbach – Les contes d’Hoffmann, Acto IV: Ô Dieu, de quelle ivresse - Meyerbeer – L’Africaine, Acto IV: Pays merveilleux…Ô paradis -Massenet –Manon, Acto II: Enfin Manon…En fermant les yeux Massenet – Manon, Acto III: Toi! Vous!…N’est-ce plus ma main Massenet – Le Cid, Acto III: Ô souverain, ô juge, ô père - Halevy – La Juive, Acto IV: Rachel, quand du Seigneur - Berlioz – La damnation de Faust, Parte III: Merci, doux crépuscule - Berlioz – Les Troyens, Acto IV: Inutiles regrets! Je dois quitter Cartaghe.