Sandrine Morel, corresponsal de Le Monde en España, nos ofrece En el huracán catalán. Una mirada privilegiada al laberinto del procés, análisis sosegado y bien documentado del acontecimiento que viene abarcando la vida política catalana en los últimos tiempos: el “procés”. Lo disecciona de forma cronológica, extrayendo conclusiones de relevancia, como por ejemplo el auge del factor identitario en detrimento de los argumentos de naturaleza económica (pacto fiscal), todo ello sin excluir algunos hechos de relevancia como por ejemplo que el independentista sobrevenido Artur Mas en 2010 «completó su mayoría parlamentaria apoyándose en el PP, un partido supuestamente despreciable que había llevado el Estatut ante el Tribunal Constitucional» (p. 33).
La autora narra, describe y ofrece su opinión de aquellos sucesos que escruta, la cual no agradará al independentismo: «La propaganda política ha moldeado una realidad paralela, con su propia lógica, en la cual Cataluña -“oprimida” por España- aparece con una legitimidad superior, que justificaría que esta comunidad autónoma violara las leyes para “emanciparse”» (p. 16)
Morel, en consecuencia, desenmascara la manipulación ejercida por el separatismo a través del lenguaje y denuncia la presión desarrollada sobre los profesionales de la información, de la que también se hizo eco Reporteros Sin Fronteras. Al respecto, sobre la primera cuestión subraya que el independentismo empleó conceptos como libertad, soberanía o radicalidad democrática cuando en realidad se refería a secesión, independencia o insumisión. En cuanto a la segunda cuestión, resultó habitual por parte del independentismo realizar listas de periodistas, señalando su nivel de afinidad con el “procés”. Junto a ello, sobresale la crítica demoledora que efectúa la autora a la forma de proceder del Gobierno de Mariano Rajoy, caracterizada por un cortoplacismo que le condujo a infravalorar el alcance real de las intenciones del independentismo, al que además concedió la posibilidad de escribir el relato.
Conviene detenerse en un tema al que otorga máxima importancia. El separatismo catalán no reparó en gastos ni en medios para internacionalizar el “procés” y en tal operación, los corresponsales extranjeros se convirtieron en piezas muy valoradas. La propia Morel sufrió el acoso de los partidarios de la independencia, lo que le ayuda a describir su estrategia. Ésta última bien podría resumirse en «cuanto peor, mejor». Ejemplo de ello es cómo tensaron la situación hasta llegar al 1 de octubre, cómo manipularon las cargas policiales producidas el día de la «votación» y, finalmente, la forma en qué proclamaron la DUI, subrayando en este punto la influencia ejercida por las CUP, una formación anti-sistema que entiende la independencia como «un movimiento de extrema izquierda cuyo objetivo es la emancipación, la afirmación y la autogestión del pueblo catalán» (p. 158).
Morel no cae en la equidistancia, susceptible de resumirse en repartir equitativa y condescendientemente culpas y responsabilidades: «Cataluña no es una colonia. Los catalanes no están oprimidos. Su renta media per cápita es superior a la europea. Es una de las comunidades más ricas de España […] Cataluña goza de una amplia autonomía política […] aunque ésta no sea absoluta» (p. 218). En íntima relación con esta idea, también refleja con nitidez dos consecuencias del «procés». Por un lado, la fractura social que ha generado en Cataluña. Por otro lado, el despertar de los catalanes partidarios de la unidad de España, refrendado por las multitudinarias manifestaciones que realizaron en octubre pasado. Esta comparecencia de los «unionistas», tardía entre otras razones porque durante años asumieron que eran minoritarios y marginales, sirvió para demostrar la falsedad de otro de los mantras que el nacionalismo catalán había transmitido hasta la extenuación y que insistía en la homogeneidad del pueblo de Cataluña.
En definitiva, una obra fundamental para entender qué ha ocurrido en Cataluña en estos últimos años y qué puede suceder en el corto y medio plazo. Sandrine Morel nos presenta sin ambigüedades la catadura real del independentismo y sus utópicos fines para cuyo logro no duda en sacrificar la democracia.