Pedro Sánchez cede a las excentricidades económicas de Podemos. Cede a los caprichos inconstitucionales de los separatistas. Cede en todo y a todos los que puedan votar a favor de su investidura. Después de estar desaparecido durante semanas, ha salido a la palestra para pisar el acelerador y cerrar los acuerdos necesarios para ser elegido presidente. Ahora tiene mucha prisa.
Primero, ha cerrado un acuerdo de legislatura con el PNV que se resume en esta frase: "poner en marcha las reformas necesarias para adecuar la estructura del Estado al reconocimiento de las identidades territoriales". Para cumplir con ese "reconocimiento", Pedro Sánchez ya le ha ofrecido a Andoni Ortuzar aumentar la transferencia de competencias al País Vasco, regalar Navarra a los nacionalistas, que ya preparan la expulsión de la Guardia Civil de la Comunidad Foral, y hasta el derecho de las selecciones vasca y catalana de poder competir en torneos internacionales. Solo por sus 6 escaños, el PNV ha logrado todo lo que quería. De momento.
A Podemos le ha permitido diseñar una política económica netamente comunista: subida de impuestos a las rentas altas y a las empresas, derogación de la reforma laboral, aumentar el salario mínimo, controlar a las compañías eléctricas y regular el precio de los alquileres. El resultado de este ataque al libre mercado no puede ser otro que la drástica reducción del crecimiento económico, y por consiguiente el aumento del paro y la fuga de los inversores por la incertidumbre. Todo sea por amarrar el Gobierno de coalición.
A ERC, que ya le ha redactado a su gusto un dictamen de la Abogacía del Estado, le permite hasta decidir la fecha de su investidura y, como era de esperar, la celebración inminente de una mesa de diálogo entre el Gobierno español y la Generalidad para resolver "el conflicto político". Y el pacto más escandaloso de todos: el PSOE acepta celebrar una suerte de referéndum en Cataluña sobre los acuerdos que alcance esa mesa de diálogo entre "Estados". Los 13 escaños del partido republicano son imprescindibles para que el candidato socialista sea investido presidente del Gobierno y está dispuesto a comprarlos al precio que sea. Pedro Sánchez vende España por ese puñado de votos que le mantendrá en La Moncloa.