Olivia de Havilland acaba de fallecer a la edad de 104 años en la ciudad de París, donde residía desde hace más de seis décadas. Sin duda, se nos ha ido una de las mejores estrellas del cine hollywoodiense clásico. Olivia de Havilland había participado en más de 60 películas y series de televisión además de haber ganado dos Oscar. El primero le llegaría por su brillante interpretación en La vida íntima de Julia Norris (1946) de Mitchell Leisen y el segundo por La Heredera (1949) de William Wyler, aunque es cierto que todos la recordaremos siempre de un modo especial por su entrañable papel de Melania -Melanie Hamilton Wilkes- en Lo que el viento se llevó (1939), película por la que fue nominada como mejor actriz secundaria. Esta fue su primera nominación. Luego vendrían otras, por su papel protagonista en la película Si no amaneciera (1941) o Nido de Víboras (1948).
Olivia de Havilland era una actriz sumamente versátil y por ello calaba en el público no solo interpretando personajes dramáticos sino desenfadados y hasta divertidos con los que también triunfó, trabajando, por ejemplo, como pareja de reparto con Errol Flynn en variadas películas de aventuras, dirigidas con especial ingenio por Michael Curtiz; entre otras, El capitán Blood (1935), La carga de la Brigada Ligera (1936), Robin de los Bosques (1938) o Dodge, ciudad sin ley (1939).
Su carrera se tornaría mucho más comercial a partir de la década de los setenta, que es cuando participa en películas tan taquilleras como Aeropuerto 77 (1977) o El enjambre (1977). Es, sin embargo, en la década de los ochenta cuando se centra en el medio televisivo, esto es, en la pequeña pantalla hasta su retirada en 1988, consiguiendo ampliar su palmarés al ganar el Globo de Oro por Anastasia: El misterio de Anna en 1986, como mejor actriz de reparto de serie, miniserie o telefilme.
Olivia de Havilland era una mujer recia, de carácter fuerte, lo que claramente contrastaba con la expresión dulce y serena de su rostro. En lo que respecta a su vida privada, estuvo casada dos veces aunque ambos matrimonios, tanto el del novelista Marcus Goodrich como el de Pierre Galante, terminaron en divorcio. Con el primer marido tuvo un hijo, Benjamin, ya fallecido, y con el segundo, una hija, Gisèle. Sin embargo, la separación que más conmocionó fue la que se produjo con su hermana, un año más joven, la también conocida actriz Joan Fontaine, llegando a servir esta complicada historia fraternal de argumento para la película ¿Qué fue de Baby Jane?, además de inspirar la serie Feud, que por cierto denunció Olivia de Havilland por las palabras que pusieron en boca de la actriz que interpretaba a su persona.
Cuesta creer que esta mujer con cara de ángel y almibarada pudiera llevarse mal con alguien y menos con su hermana, Joan Fontaine, quien falleció en California en 2013. Está claro que las dos hermanas eran muy talentosas con grandes dotes para la interpretación cinematográfica, herencia de su madre, Lilian Rusel, y por ello apena saber que quizás fuera esto, además de una educación en la competencia permanente, lo que quizás las llevó a convertirse en grandes rivales hasta el final de sus respectivas vidas. Al ser Joan un poco más joven que Olivia, la primera se vio obligada a recurrir a buscar un nombre artístico para que no se le confundiera en su carrera con su hermana.
Podemos decir que las dos hermanas tuvieron vidas en paralelo en la historia del cine clásico ya que ambas abandonaron Tokio, ciudad que las vio nacer por circunstancias profesionales del padre, para marcharse con su madre a vivir a California cuando ésta se separó de Walter de Havilland, comenzando entonces por separado una carrera cinematográfica en Hollywood. Allí la madre se volvería a casar con Fontaine, retomando su profesión como actriz y llegando a trabajar con el mismo Billy Wilder en Días sin huella (1945), película en la que por cierto Olivia de Havilland podría haber encarnado el personaje de Helen de no haber estado involucrada entonces en un pleito que le impedía trabajar.
En todo caso, ambas hermanas trabajaron desde 1935 en multitud de películas aunque hay que reconocer que Joan no llegó a tener nunca el éxito de Olivia, retirándose del mundo del cine mucho antes, concretamente, a finales de la década de los 60 pero, eso sí, habiendo logrado el reconocimiento del público como actriz y además habiendo cosechado un Óscar por la película Sospecha (1941) de Alfred Hitchcock.
En realidad, Olivia de Havilland comenzó su debut como actriz participando en obras de teatro para aficionados, sin contar con el apoyo de su padrastro que no veía con buenos ojos estos primeros pasos en el mundo de la dramaturgia. Sin embargo, fue en una de esas actuaciones en la que fue descubierta por el director austriaco Max Reinhard, quien le abrió las puertas de La Warner. Paradójicamente, tiempo después, llevaría adelante un juicio contra Jack Warner al denunciar las injustas y abusivas condiciones laborales que se fijaban en los contratos con las estrellas, reclamación en parte motivada por la indignación que le producía que los mejores papeles femeninos cayeran siempre en manos actrices como Bette Davis, buena prueba de que los actores y actrices no tenían capacidad ninguna de decisión sobre los papeles que aceptaban o rechazaban. Los estudios les asignaban directamente el rol sin derecho a réplica, basándose en la consigna de que “las estrellas no nacen, se crean”. Ella se sintió entonces orgullosa de ayudar al mundo del cine ganando un juicio que duró dos años y medio, entre 1943 y 1946, con una decisión (Decisión de Havilland en el caso “De Havilland vs. Warner Bros.”), que lleva precisamente su nombre en la jurisprudencia norteamericana.
Se nos ha ido una actriz inolvidable, que lo dio todo por encarnar a variados personajes de la mano de grandes directores de cine (Raoul Walsh, Michael Curtiz, William Wyler, Robert Siodmak y Robert Aldrich). Ahora bien, también decimos adiós a una mujer valiente, progresista y avanzada para su época, defensora de los derechos laborales de la industria hollywoodiense, que no dudó en alzar la voz frente a la injusticia, y que supo moverse en un mundo dominado por los hombres con extremada habilidad, contando con numerosos amigos del gremio, entre otros, Cark Gable, James Stewart, Glenn Ford, Howard Hughes, John Huston o Henry Fonda.
La actriz que fuera nombrada Dama del Imperio Británico, al cumplir los 100 años de edad por la reina de Inglaterra, permanecerá siempre inmortal gracias al legado de sus películas que nos transportan, con gran dosis de realismo, a escenarios muy diversos llenos de entretenimiento, romance, drama y aventuras.