www.elimparcial.es
ic_facebookic_twitteric_google

Aviso a Gallardón

Laila Escartín Hamarinen
miércoles 31 de diciembre de 2008, 19:43h
La plaza de Isabel II ha sido despojada de sus árboles. ¿Dónde están los árboles? La plaza está siendo remodelada: la parada de metro se moderniza, los coches se eliminan, y la plaza será de los peatones. Muy bien. Pero me pregunto: ¿volverán los árboles a la plaza, o serán reemplazados por arbolitos jóvenes, flacos y miserables que en poco tiempo sucumbirán bajo los golpes del mal tiempo y el vandalismo? ¿Aprecia nuestro alcalde los árboles que ya tienen décadas o siglos de vida, guarda en algún lugar mientras se hace la remodelación y luego los replanta? Una plaza con árboles jóvenes –como es el caso de la Plaza de Santo Domingo actualmente, y pronto quizás el de la plaza de Ópera – es una visión deprimente y fea. Madrid es una gran capital mundial que merece ser tratada como una reina. No se debe ahorrar dinero cuando se trata de árboles; no se debe matar a la ligera a los árboles viejos, con cuerpos sólidos y bellos y refrescantes sombras, para poner en su lugar arbolitos miserables de dos años de edad. Para que la plaza renovada vuelva a ser bella tendrá que pasar al menos medio siglo, más de la mitad de los madrileños vivos y de los turistas que visitan la ciudad actualmente no podrán disfrutar nunca más del rostro hermoso de la plaza: morirán antes de que los árboles hayan crecido a un tamaño grandioso. La vida de un árbol, hasta desde un punto de vista estético, es igual de valiosa que la de un ser humano. Es criminal matar los árboles centenarios para hacer reformas urbanísticas, los responsables de las ciudades deberían tener esto en mente. Gastando un poco más de dinero y habilidad, se pueden realizar las mismas reformas sin destruir la vida de los árboles que vuelven las plazas lugares hermosos y gustosos donde pasar el rato. Una plaza sin árboles viejos es un desierto yermo y hostil. Y Madrid será más fea, y menos atractiva. La ciudad es un ecosistema estresante para el ser humano, si encima el alcalde la enfeece con reformas que eliminan los árboles, la ciudad se volverá aún más hostil. La belleza cura y mima la psique y el alma, no es cosa ligera ni vana, el deber de un buen alcalde, es velar, no sólo por el pragmatismo y las buenas infraestructuras urbanas, sino también por la belleza que hace que la vida en la gran ciudad sea menos dura y más agradable. Tome nota Sr. Gallardón.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (3)    No(0)

+
0 comentarios