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abucheo al ministro wert

El día más feliz de Teresa Berganza

sábado 22 de junio de 2013, 09:20h
El contundente abucheo dirigido por parte del público al ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, presente en el Palco Real junto a la reina Doña Sofía y Teresa Berganza, no restó emoción al merecido homenaje que el Teatro Real brindó este viernes a la gran mezzosoprano madrileña.
Días atrás, Teresa Berganza, madrileña del número 13 de la calle San Isidro, ya se confesaba nerviosa por el homenaje que “el teatro de su pueblo” le estaba preparando. No podía dormir y hasta había bromeado preguntando en el coliseo madrileño si esa noche contarían con la presencia de un médico. “Soy de lágrima fácil”, repetía la cantante anoche, cuando subía al escenario al final de la velada para agradecer a todos, pero, sobre todo, a su público, a esos fieles seguidores que habían venido desde muchos lugares del mundo para acompañarla en tan importante ocasión, por el que calificó el día más feliz de su vida. Antes, en el teatro se habían vivido más de dos horas de buena música, precisamente en el Día de la música, como homenaje, en su ochenta aniversario, a quien siempre ha declarado vivir por y para ella. La reina Doña Sofía, aplaudida por el público puesto en pie para recibirla, acompañaba a Teresa Berganza mientras, en el escenario, José Luis Gómez daba inicio a unas palabras de agradecimiento a Su Majestad la Reina por su presencia y su permanente apoyo a la cultura en España, un discurso que se vio interrumpido en cuanto el actor y académico de la Lengua pronunció el nombre del ministro Wert. Un abucheo sin apariencia de espontáneo irrumpía en el teatro abarrotado, seguido por los aplausos de otra parte del público a la que no le gustó que la protesta pudiera restar brillo al homenaje. Los aplausos no volvieron a ser unánimes hasta que el presentador de la gala hizo referencia a Teresa Berganza y reinó otra vez la calma que recibió a Alejo Pérez, al frente de la Orquesta Titular del Teatro Real durante la primera parte de la noche y que interpretó, acabando de templar los ánimos, la Obertura de La gazza ladra, de Giochino Rossini.

PIE DE FOTO


Del mismo compositor italiano, tan ligado a la exitosa carrera de Teresa Berganza, fueron las siguientes piezas interpretadas en este “primer acto”. La contralto canadiense Marie-Nicole Lemieux cantó “Di tanti palpiti”, de Tancredi, y la soprano francesa Annick Massis, “Bel raggio lusinghier” de Semiramide, antes de que el Coro Titular del Teatro Real entonara el tema de Il turco in Italia titulado “Evviva d’amore il foco vitale”, y José van Dam, el famoso bajo-barítono belga, se llevara generosos aplausos con su interpretación de “La calunnia”, de Il barbiere di Seviglia. De esta misma ópera se interpretó a continuación el genial final del acto primero “Ehi di casa”, con el propio José van Dam, acompañado por David Alegret, Renato Girolami, Serena Malfi, Tassis Christoyannis, Susana Cordón y José Carlo Marino. Se daba paso entonces a la parte, quizás, más emotiva de la noche, porque, como la propia Berganza dijo más tarde desde el escenario, la zarzuela siempre ha tenido una gran importancia en su vida. María Bayo interpretó “Sierras de Granada” de La Tempranica, de Gerónimo Giménez, y el Coro, el famoso “Dónde va, dónde va la alegría”, de Doña Francisquita. Pero la emoción con mayúscula la pusieron, sin duda, el barítono Carlos Álvarez con “En la cárcel de Villa”, de La linda tapada, y el tenor José Bros, que brilló en su papel de Leandro, cantando el famoso “No puede ser” de la Tabernera del Puerto, llevándose ambos la merecida ovación del público, justo antes del descanso.

Obras del genial Mozart, tan importante asimismo en la vida de la mezzosoprano madrileña, protagonizaron la segunda parte de la noche, empezando por la Obertura de La clemenza di Tito, con la orquesta dirigida entonces por Sylvain Crambeling. José van Dam y Serena Malfi se encargaron de traer al indispensable Don Giovanni, con el famoso dúo “La ci darem la mano”, antes de que Las bodas de Fígaro ocuparan el resto del concierto, con Carlos Álvarez cantando “Hai già vinta la causa” y la joven soprano Auxiliadora Toledano - que daba las gracias a Berganza por su constante apoyo a los jóvenes -, “Deh vieni, non tardar”. A ella le siguió la estupenda interpretación de Sofia Solovly como condesa de Almaviva, y el final del acto segundo, con Carlos Álvarez, Ekaterina Siurina, Jonathan Lemalu, Serena Malfi – excelente Querubino – Helene Schneiderman, Raúl Giménez, José van Dam y Luca Dall’Amico.

Eran más de las 22 horas – el concierto había empezado a las 19:30 - cuando una pantalla mostraba algunos momentos de la larga carrera internacional de Teresa Berganza, antes de que ella misma saliera al escenario, donde recibió la intensísima ovación de un teatro puesto en pie. Fue cuando, como decíamos al inicio, la cantante afirmó que era de lágrima fácil y corazón abierto. Que, por eso, había escrito en casa unas líneas, aunque “ahora, después de todo esto, no sirvan para nada”. Para lo que sí sirven los años, aseguraba emocionada pero serena, es para reflexionar sobre muchas cosas, por ejemplo, acerca de la ópera, que es magia, porque nos hace olvidar las miserias y creer en el amor eterno. “Por eso os pido que, a pesar de los malos momentos que vivimos, las autoridades no dejen que muera la ópera en Madrid”. Una petición también en relación a su amada zarzuela: “Os paso, a mis 80 años, la responsabilidad de mantener viva la zarzuela, con la seguridad de que no me fallaréis”. Y se despedía: “Hoy, cuando abandone el escenario, no voy al camerino. Me esperan en un acto institucional en el que me van a conceder la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio”. El público volvió entonces a ponerse en pie y la gran artista española tuvo que salir varias veces más al escenario que, entretanto, se había llenado, igual que el patio de butacas, de coloridos pétalos de rosa.

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