Ubicado en la calle
Mesoneros Romanos, muy cerca de La Tasquita de Enfrente y de Gran Vía, se encuentra
Hattori Hanzō, original restaurante cuyo nombre está dedicado a
Hanzo, uno de los grandes personajes históricos de Japón.
Se trata del primer restaurante
japonés auténtico, en el sentido de que no es un japonés para la exportación sino que realmente reproduce las autenticas tabernas o
izakayas donde comen todos los días los ciudadanos japoneses, ya sea en los puertos o en sus lugares de trabajo.
Para desconcierto de muchos, los japoneses no comen
sushi a diario. Su consumo comenzó en los puertos, donde los pescadores introducían el pescado en arroz para prolongar su conservación, y luego solo se comía cuando se encontraba en el entorno. Hoy en día, su consumo está relegado a ceremonias u ocasiones muy especiales.
Por eso en la cocina de
Hattori Hanzō no solo existe el
sushi o el
sashimi. Sus platos son muy auténticos y están ejecutados con una materia prima singular, que viene en su mayoría de Japón, lo que hace que el restaurante sea realmente interesante.

Una de las cosas que más me llamó la atención fue la
pizza japonesa, que tiene aspecto de tortilla y cuyos ingredientes son huevo, verduras y lascas de pescado ahumado y seco.
También, una serie de
brochetas singulares como la de anguila o la de wagyú, y algunas otras que recuerdan al mundo occidental como la de salmón o pollo. Otros platillos interesantes son el hígado de rape con salsa ponzu y
momiji oroshi o los buñuelos rellenos de pulpo típicos de Osaka.
El restaurante, ambientado perfectamente, ofrece varios lugares para comer: desde dos barras diferentes, hasta comer sentado como si fuera el suelo pero, con un hueco bajo la mesa para meter las piernas, que lo hace más cómodo.
A destacar, la enorme variedad de
sakes, sobre todo el que sirven en una especie de
bombona traída de Japón, de la cual el comensal puede servirse directamente. Estas bombonas eran el recipiente tradicional que se utilizaba en Japón para guardar el sake pero hoy en día son muy difíciles de encontrar. Pasa como aquí con las botas de vino.
El estupendo servicio de sala, caracterizado con batas japonesas, se desenvuelve con soltura por un escenario idóneo para que surja la conversación y el encuentro entre las personas que están en el restaurante. Si lo comparamos con los bares de tapas españoles, que también favorecen extraordinariamente la conversación y la amistad, puede que resulte que tampoco tengamos tantas diferencias con los amigos japoneses.