Este domingo se volvió a representar en el Teatro Real Ariodante, de Georg Friedrich Händel, en versión de concierto. Este título ya se había estrenado en la capital en marzo de 2007. Su programación esta temporada 2017-2018 solo ha contado con esta función.
Ariodante, estrenada por primera vez en el Covent Garden de Londres en 1735, pertenece a una serie de títulos que el músico alemán compuso, haciendo gala de un vertiginoso ritmo de producción, coincidiendo con la edad dorada de la llamada ópera seria en Londres, que no superó los treinta años. Nunca antes los ingleses se habían interesado por la ópera italiana, ni por la ópera en general. Para la mentalidad inglesa, el concepto teatral era superior al musical: este debía servir a aquél. Por esto, cuando los castratti irrumpieron en los teatros londinenses, con sus pomposas pelucas y vestimenta, el público adinerado de la ciudad se volcó con fervor ante tamaño alarde visual y ante el virtuosismo de las arias que los compositores escribían para el lucimiento de estos asexuados cantantes. Esta época londinense, que coincidió con un período de progresivo, lento y pacífico, pero profundo cambio social en Inglaterra, supuso la irrupción en el terreno artístico del público tal y como hoy lo conocemos. Fue en Inglaterra donde Händel comprendió la oportunidad de llegar al gran público con un género, el operístico, que en Italia apenas había podido desarrollar debido a las censuras papales. Por esta razón, cuando los ingleses le abrieron su corazón y los teatros del país sus puertas con el éxito de Rinaldo, el compositor de Halle se entregó con voracidad a la composición, convirtiéndose además en gestor y en empresario. Pero el público inglés no tardaría mucho en mostrar su hastío ante la ópera seria, por la tremenda oleada de títulos, repetitivos en lo argumental y marmóreos en su estilo, que siempre escondían una moraleja moralizante. Händel, además, tuvo que hacer frente, sin éxito, a la competencia de la Ópera de la Nobleza, compañía que surgió al auspicio de intereses políticos y que pronto acaparó los mejores repartos, incluido al inmortal Farinelli.
Actualmente se recurre a cantantes masculinos con la cuerda de contratenor y a mujeres mezzosopranos para interpretar los papeles que antes representaban los castratti. La ventaja de los primeros sobre las segundas estriba en la mayor energía que los cantantes masculinos –aun cantando en falsete- pueden imbuir a esos papeles, masculinos de por sí. La voz femenina de mezzosoprano tiene la ventaja de su naturalidad, si bien el espectador debe abstraerse y realizar cierto esfuerzo mental, al comienzo de la representación, para reconocer en la cantante femenina el rol masculino que encarna. En la representación de Ariodante de ayer el público del Teatro Real se entregó a la bella y carnosa voz de la mezzosoprano estadounidense Kate Lindsey (Richmond, Virginia), que deleitó al público con un más que correcto ejercicio de agilidad vocal y le contagió su emoción con sentidos pasajes. Lindsey cuenta con un versátil repertorio: Margerite en La damnation de Faust, (Berlioz), Angelina en La cenerentola (Rossini), Cherubino en Le nozze di Figaro o Idamante en Idomeneo (Mozart). Lindsey ha cantado, entre otras compañías, con la Metropolitan Opera House de Nueva York.
El director musical y artístico, William Christi, estadounidense afincado en Francia, ha sido pionero en el redescubrimiento de la ópera barroca en este país, dando a conocer al gran público el repertorio francés de los siglos XVII y XVIII (Rameau, Lully, Charpentier, o Monteverdi, Scarlatti, Händel, Haydn y Mozart, entre otros). Christi fundó, en 1979, Les Arts florissants, el conjunto camerístico compuesto de cantantes e instrumentistas que le ha acompañado en esta representación de Ariodante. Esta agrupación es artista en residencia de la Philharmonie de París desde 2015. En 2002 Chisti también fundó Le Jardin des Voix, una academia bienal de jóvenes cantantes calificada como uno de los proyectos pedagógico-musicales más interesantes de los últimos años. El público del Teatro Real bridó ayer a Chisti sus aplausos más entusiastas. El director de Búfalo supo poner en todo momento a los músicos al servicio de los cantantes. La colaboración con estos fue estrechísima, como atestigua el hecho de que, concretamente las cantantes, se posicionaran en el escenario justo al lado de él (a veces parecía que incluso le cantaban en el oído); él estuvo en todo momento atento a sus pausas y a la conclusión de sus cadencias, en aras de una perfecta concertación.
Los dos papeles femeninos de la ópera, la princesa Ginevra, hija del rey de Escocia, y Dalinda, su doncella, corrieron a cargo de las sopranos israelíes Chen Reiss e Hila Fahima. La primera ha sido Oscar en Un ballo in maschera, de Verdi, Susanna en Le Nozze di Figaro, de Mozart, o Liù en Turandot (Puccini). También ha sido Sophie en Die Rossenkavalier, de Richard Strauss. Fahima ha sido Gilda en Rigoletto, Oscar en Un ballo in maschera y Nanneta en Falstaff, de Verdi, entre otros roles.
Otros papeles masculinos fueron interpretados por el contratenor Christophe Dumaux (en el rol de Polinesso), bastante convincente en su papel de hombre malvado y seductor, el tenor Rainer Trost, en el papel de Lurcanio o el tenor británico Anthony Gregory, en el rol de Odoardo. El papel del rey de Escocia lo encarnó el bajo alemán Wilhelm Schwinghammer, que también ha sido Sarastro en Die Zauberflöte o Figaro en Le nozze di Figaro. Schwinghammer ha intervenido en varias óperas wagnerianas en el festival de Bayreuth; también cantado en el Festival de Salzburgo.