A su llegada al Teatro Real, sus Majestades, don Felipe de Borbón y doña Leticia Ortiz, fueron recibidos por Ana Pastor, presidenta del Congreso de los Diputados, Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno y otras autoridades civiles, así como por la directiva del Teatro Real.
La temporada 2018-2019 que ahora comienza pretende culminar, con una extraordinaria programación, la conmemoración de los 200 años desde la fundación del Teatro Real, mirando al pasado pero apostando fuerte por el futuro, con nuevos retos e iniciativas dirigidas al gran público; una nueva estrategia programática que se forjó en 2016 y que, a decir de los responsables del teatro, ha colmado las expectativas de sus promotores.
La producción de Fausto, a cargo de Àlex Ollé, que ayer iniciaba la temporada, deslumbró sobre todo por la escena, a cargo de Alfons Flores y Valentina Carrasco, con iluminación de Urs Schönebaum; todo un derroche de color y fantasía: desde los trajes de los figurantes hasta la disposición misma de los personajes. Una apuesta sin duda maximalista a la que sólo hay que reprochar, si cabe, el último cuadro: en opinión de quien escribe, confuso y poco acorde con el argumento del final de la obra.
De los intérpretes principales es necesario subrayar la actuación de Marina Rebeka -en el reparto de ayer como Marguerite-, que lució una voz con un importante centro y brillantes y decididos agudos; esta soprano letona se está perfilando como una de las voces más interesantes del panorama belcantista actual. Tras graduarse en el Conservatorio de Santa Cecilia de Roma en 2007, en 2009 se dio a conocer internacionalmente en el Festival de Salzurgo con Moise et Pharaon de Rossini. Después ha trabajado con los directores más importantes del panorama mundial. Próximamente añadirá a su repertorio Anna Bolena en Burdeos y Nedda, de Pagliacci, en Viena, papel este que parece escrito exprofeso para su voz.
En el papel de Fausto fue bastante ovacionado el tenor polaco Piotr Beczala. Destacó su delicada e intimista interpretación del aria del III Acto “Quel trouble inconnu me pénètre?” (¡Qué desconocida turbación me invade!), en la que el personaje expresa su rendido amor por la casta e inocente Marguerite, tras haber vendido su alma a Méphistophélés como pago por recuperar su juventud.
En el papel de Valentin, hermano de Marguerite, intervino el barítono Stéphane Degout y, en el del diablo, Méphistophélés, el bajo Luca Pisaroni. En el papel travestido del muchacho Siébel, protector y fiel enamorado de Marguerite, realizó una actuación extraordinaria la mezzosoprano Serena Malfi. El repertorio de esta cantante italiana abarca el barroco, el clasicismo y el bel canto.
En cuanto a la obra en sí, Fausto ha pasado a la historia del repertorio operístico por la belleza de sus melodías -en especial las corales- y lo refinado de su música, como claro exponente del mejor romanticismo francés. Argumentalmente la ópera está impregnada de un claro ideario cristiano, hoy claramente obsoleto por supersticioso, como lo es el hecho de que Marguerite sea maldecida en el lecho de muerte por su hermano, Valentin, por haberse entregado físicamente a Fausto y engendrado un hijo, al que Marguerite da muerte, dominada por la desesperación de su maldición y su propia autoinculpación. Otro detalle absolutamente criticable se encuentra en el mismo libreto, a cargo de Jules Barbier y Michel Carré (basado a su vez en la obra Faust del mismo Carré y la también homónima de J. W. Goethe): Méfistophélés utiliza la palabra Sabbat para aludir a la orgía del infierno, lo cual no es sino uno de los innumerables ejemplos de alusiones antijudías que proliferan por doquier en obras de arte de todo el occidente cristiano. Sin duda, la inclusión del término con el sentido indicado es debida al desafortunado deslizamiento semántico que llevó a asimilar el aquelarre de brujas al Sabbat (Sabbat de brujas).
Fausto se volvió a representar este jueves con el segundo reparto de cantantes, donde han intervenido, entre otros, Ismael Jordi como Faust, Erwin Schrott como Méphistophélés, Irina Lungu como Marguerite y John Chest como Valentin. La obra permanecerá en el Teatro Real hasta el próximo 7 de octubre.