En escena –con permiso de los soplones- se fuma, se mata, se bebe y se fornica, solo mandan el autor y el director que, limitados por la lógica, de los cuatro recursos pecaminosos, utilizan solo los veniales. Algunas veces el director, monta una acción simulada y lucida, como en aquella excelente versión de “Nuestro pueblo”, de Thorton Wilder, en la que las actrices Luisa María Payán y María González, dirigidas por Julio Vier, pelaban todo un cuenco de guisantes… sin guisantes y, recibían a diario calurosos aplausos tras la escena simulada.
Los mandamases han tratado, por los siglos de los siglos, de meter mano al teatro y a sus trufaldines con correctivos o caudales. Ya en nuestro Siglo de Oro las histrionisas madrileñas –más osadas que sus antagonistas masculinos- organizaron una sonora protesta contra la Sala de Alcaldes que “manda echar un listón en todo el frente del tablado, para que los galanes de las lunetas y patio no nos registren los pies, ¿Qué se figuran esos vejetes zainos, que gastamos pezuñas como ellos…?” Un pensamiento hindú dice: “Enfréntate a los malos; enfréntate a los crueles; enfréntate a todos, menos a los tontos. Son demasiados y siempre serás derrotado”.
